Cuando se estrelló en los Alpes franceses el avión de la Germanwings, los aficionados a internet se indignaron por la cantidad de tuits y mensajes bordes que corrieron por las redes. Tipos que se alegraban, que hacían chirigotas, que disfrutaban imaginando que la mayoría de los pasajeros eran catalanes... Muy desagradable. No sé si fue el ministro u otro responsable de Interior quien salió por la tele anunciando que se investigaría el origen de los exabruptos para meterles un puro a sus autores. Bueno, supongo que al final esta amenaza quedará en nada o poca cosa. Rastrear la galaxia digital buscando dementes, frikis o mamarrachos es un trabajo ímprobo, porque allí abundan tanto esos especímenes que lo excepcional sería no tropezarse con ellos.

Cuando escribía aquí todos los días, el amigo Joaquín Carbonell se subía por las paredes ante el tono de algunos comentarios agregados por lectores a sus artículos o a los míos. Pasa del tema, le decía yo. Pero él insistía: "Esto no es interactividad ni es nada, sOlo los desahogos de un puñado de gilipollas". Tenía razón, aunque a mí el tema me resbalase por completo. Es cosa sabida que, al convertirse en un reflejo tal cual de la humanidad, internet recoge lo bueno, lo malo y lo regular. Es inevitable y no sirve de nada empeñarse en controlar de alguna forma lo que nació como el mayor y más rápido y más libre sistema de comunicación jamás conocido. Allí hay mentiras, delirios, opiniones interesantes, terrorismo, datos, mercado, sabiduría, crimen y las particulares sublimaciones y obsesiones de miles de millones de personas.

A los administradores de la edición digital de EL PERIÓDICO les recomiendo que dejen correr los comentarios a mi costa. Digan lo que digan, salvo que insulten a terceros o se pongan demasiado plastas. Los hay correctísimos, graciosos y a veces muy esclarecedores. Otros solo son la parida mental (y anónima) de gente frustrada o encabronada o qué se yo. Pero bueno, si así se quedan más tranquilos, a lo mejor ese día no la pagan con su familia o sus compañeros de curro. Es la condición humana. Qué más da.