Basta una exigua indagación para observar que la figura de Juan Meléndez Valdés es profundamente desconocida, muy a pesar de tratarse de uno de los personajes más relevantes de la Ilustración y el más significativo representante de la lírica española entre el Siglo de Oro y el Romanticismo. El porqué de tamaño olvido responde, sin duda, a muchos y desgraciados factores, no siendo menor su condición de «intelectual afrancesado» en una época de exaltación patriótica ante la invasión napoleónica, lo que derivaría en su exilio al país vecino, destino compartido con otros grandes, como Goya.

Antonio Astorgano es el coordinador de un inmenso y erudito trabajo en homenaje al poeta extremeño, que ha visto la luz en un número extraordinario de la REEX con ocasión del bicentenario de la muerte de quien también ocupara el cargo de juez en la Real Audiencia de Aragón entre 1789 y1791. A través de casi un millar de páginas en dos gruesos tomos, se reflejan tanto el marco histórico y las circunstancias en las que se desenvolvió la vida y obra de Meléndez, como su reflejo en poetas y humanistas actuales, sin duda, más reducida de lo que cabría esperar por parte de quien llegó a ser considerado como modelo para las generaciones futuras. He tenido el honor de participar en el estudio de la REEX, junto a nombres tan relevantes como Luis Alberto de Cuenca o Luis García Montero; por mi parte, me gustaría destacar del legado de Meléndez Valdés su delicada sensibilidad y esmerado trabajo ligüistico, así como la coherencia que manifestó a la hora de mantenerse fiel a sí mismo, a sus ideas y a su poesía, dando origen a una línea tan personal y distintiva que hoy, cuando tanto se aprecian las propuestas plenamente originales, hemos de reconocer y apreciar en Meléndez Valdés. H *Escritora