El argumento según el cual toda apelación a la memoria y la historia reciente de España corre el riesgo de degenerar en guerracivilismo es falso, interesado y tardofranquista. Como aún lo es más ese afán por evitar que, al volver la vista atrás, se quiera reivindicar a las víctimas que nunca fueron reconocidas como tales, recoger sus restos de las fosas comunes y cerrar definitivamente las heridas de un pueblo que perdió la Guerra Civil y todas las otras guerras (la de Cuba y Filipinas, la de Marruecos).

Pero el pasado vuelve, porque interesa. De repente, una película, un documental y una serie coinciden al reeditar, en el primer caso, el heroísmo de Los últimos de Filipinas (en una versión que supongo menos simplista que la rodada en los años 50); en el segundo, la propia Guerra Civil a través de filmaciones reales traídas del blanco y negro al color por el canal de televisión DMax y contextualizadas por conocidos historiadores; en el tercero, el amor entonces inconfesable entre el cuñado de Franco, Ramón Serrano Súñer, y la duquesa de Llanzol.

Sobre los héroes de Baler (héroes forzosos porque en 1898 y también luego solo los pobres hacían la mili) escribió un libro muy interesante el maestro Leguineche. En él desmontaba el mito patriótico y militarista recordando el mal trato que dio la España imperial a estos hombres, algunos de los cuales serían fusilados en 1936 por rojos.

El documental que pasa DMax está bastante bien. Simplifica, pero luego deja paso a diversos expertos que precisan más y mejor.

En cuanto al serial Lo que sus ojos esconden, ha sido criticado por su aproximación romántica a la figura de Serrano Súñer, un pronazi que admiraba Hitler y, como su criminal cuñado, consideraba el genocidio un instrumento político. Es lo que tienen estas ficciones histórico-románticas. Aun así, ver cómo se manejaban los vencedores en plena posguerra, aquel lujo (¡ah, los vestidos de Pertegaz!) mientras España entera tiritaba entre los restos de la hecatombe... no deja de tener su aquel. Muy aleccionador.