El Real Zaragoza perpetró ayer en Soria el peor partido de la temporada, una puesta en escena inadmisible que provocó que por la boca del entrenador brotaran frases tan peligrosas como estas. "Me preocupa lo que he visto al descanso: unos jugadores abatidos". "Recibimos un golpe y no sabemos levantarnos, es hora de hablarlo seriamente". "El problema que tenemos es de todos. En Tarragona fuimos solidarios. Aquí he visto al equipo decaído y no puede ser". "No tuve claro el tercer cambio y por eso he preferido no hacerlo". "La afición quiere que los jugadores peleen por el escudo. Jugar bien al fútbol también es que los jugadores trabajen bien".

El Real Zaragoza concluyó la séptima jornada en la sexta posición, pero con sensaciones terribles tras la penosa derrota de Soria. De ahí la colección de mensajes sombríos que Luis Milla dedicó a sus hombres, a los que estaban en el campo y a los que no usó pudiendo hacerlo. A sus futbolistas y a quien quisiera escucharlo y darse por aludido. Definitivamente, el equipo ha perdido aquel orden táctico que enseñó en la pretemporada y, ayer, tiró a la basura hasta su cacareado compromiso, ese alma guerrera que saltó por los aires con un ejercicio atroz de mala actitud, pasividad, trote cochinero y ausencia de ritmo competitivo.

Y, claro, si el Real Zaragoza pierde la rasmia, la buena disposición para el trabajo, se queda en muy poca cosa. Tan poca que con Cani lesionado y con Lanzarote ausente, el equipo se torna vulgar en ataque y se abandona únicamente al espíritu de pelea aturullado de Ángel, a algún chispazo de Muñoz y a algún rebote milagroso. Nadie inventa, nadie imagina, nadie desborda, nada diferencia. De medio campo hacia detrás, el Zaragoza es un drama fuera: nueve goles recibidos en cuatro partidos.

Las carencias de la plantilla están identificadas y son insubsanables sin nuevos jugadores. Lo que sí tiene remedio es el comportamiento de los futbolistas sobre el campo y el carácter y el orden táctico que Milla sea capaz de inculcarles. El técnico arrancó muy bien pero la dirección se le ha torcido drásticamente. El Zaragoza tiene prisa por ascender y tradicionalmente poca paciencia. El club afronta el primer examen de serenidad y el entrenador, la primera crisis de juego e identidad. De cómo la gestione saldrá el resultado de su propia ecuación. El Zaragoza no puede ser la banda mal avenida que fue ayer. Partidos así hacen herida y resucitan viejos, viejísimos fantasmas. El 'uy, uy, uy'. Qué miedo...