En Torrero hay dos mercados de abastos con un total de cuatro puestos abiertos. Es uno de tantos en Zaragoza, porque desde 2008 han cerrado catorce centros minoristas y han echado la persiana el 52´5 % de los 1.695 puestos que había. El cambio en los hábitos de consumo (la industria del congelado es puntera en España) está acabando con estas pequeñas superficies de cercanía, porque también han cambiado las formas de compra y es difícil competir con las grandes que abren de diez a diez, en estos tiempos difícilmente conciliables. El alcalde Santisteve anunció en julio un plan para revitalizar estos mercados, “que son el corazón de los barrios», dijo. De cinco millones habló. Y son también, aunque esto no lo dijo, el único medio de vida de muchas familias que alargan la agonía de sus precarios negocios esperando la jubilación. La Cámara de Comercio reunió a un grupo de expertos en busca de soluciones y concluyeron que, aunque los mercados están en coma, tienen futuro si se adaptan a los tiempos: recogen pedidos por internet, sirven a domicilio y modernizan los viejos locales. Casi se muere de risa mi charcutero.

Pero ahora resulta que el plan de Santisteve no pasa por salvar los que aún sobreviven sino por abrir cinco nuevos (en suelo público con gestión privada) para “llevar la huerta a casa”. De quince millones hablan. Como la mayoría son veganos, igual ignoran que en los mercados también venden animales, chacinería y menuceles, y que hay que vender muchos jureles, morcillas y callos para tener a los repartidores yendo y viniendo. H *Periodista