A la vista de cómo se está comportando la casta política que nos gobierna, mucha gente suele decir, entre gestos de tristeza y muecas de resignación, que «no nos merecemos a estos políticos». Pues, quizás a contracorriente, yo creo que sí, que este país merece ser gobernado por esta pandilla de incompetentes tan pagados de sí mismos. Porque España es un país «justito», donde se ha instalado una modorra intelectual que huye del debate serio, profundo y sosegado para envolverse en banderas y ampararse en proclamas simplonas.

Porque una buena parte de la ciudadanía ha olvidado toda una serie de normas básicas de educación cívica cotidiana, desde respetar la fila de acceso a un autobús público a no tirar desechos al suelo. Porque se ha extendido la costumbre de que los objetivos personales y colectivos se pueden conseguir sin esfuerzo, recurriendo al amiguismo y al enchufe antes que a la capacidad y a la competencia. Porque somos capaces de soportar, con un estoicismo propio de Lucio Anneo Séneca, que toda una banda de corruptos como los Pujol, Bárcenas, Granados, González, Fabra y demás ralea saqueen las arcas públicas a manos llenas sin otra respuesta que los típicos comentarios de barra de bar, en lo que los españoles somos consumados especialistas. Porque sólo nos movilizamos ante las convocatorias exaltadas y sensibleras de políticos egoístas y mendaces, a los que el bienestar general importa un bledo. Porque seguimos votando a partidos y a políticos indecentes, que hacen lo contrario de lo que dicen y prometen lo que saben que no van a cumplir. Porque nos importa más el folclorismo de nación atávica, pulserita con forma de bandera y pandereta que la defensa de los derechos individuales y colectivos. Porque se nos llena la boca con palabras como «España», «Cataluña» o «patria» pero no somos capaces de superar fronteras, romper muros y ser solidarios. Porque preferimos imponer nuestro criterio y depreciar al contrario en vez de buscar puntos de acuerdo y de entendimiento.

Sólo así, en un país «justito», es posible que se produzcan situaciones tan esperpénticas como las que se han desarrollado esta semana en el Parlamento de Cataluña, un espectáculo propio de la peor comedia bufa protagonizada por los actores más irrelevantes y chuscos.

Sólo así es posible entender que nos representen mentirosos e inanes como Rajoy y Puigdemont, veletas inconsecuentes como Pablo Iglesias y Pedro Sánchez o irrelevantes veleidosos como Albert Rivera. Sí nos los merecemos, porque los votamos.

*Escritor e historiador