E n qué estaría pensando el jefe omnímodo de PSA, Carlos Tavares, cuando en mayo del año pasado dijo tras visitar la planta de Figueruelas y entrevistarse con el presidente Rajoy estar «satisfecho con la relación de confianza mutua y colaboración» de su empresa con el Gobierno y con las autonomías en las que tiene fábricas. En medio año, consumada la integración de Opel en el gigante francés, el panorama ha cambiado radicalmente. Al ceder GM el testigo a PSA se dio por sentado que la nueva generación del Corsa se montaría en Figueruelas, pero hoy las palabras de Tavares suenan lejanas e inverosímiles. ¿Qué ha ocurrido para que PSA endurezca así su posición? La nueva propiedad no solo ha congelado los planes de la anterior, sino que para recuperarlos impone unas condiciones laborales leoninas que han soliviantado al comité y a la plantilla, que ayer mostró unidad y convencimiento frente a los recortes. Lejos de explotar esa «confianza mutua» con las administraciones, Tavares en vió ayer a su lugarteniente en Opel, el hierático ingeniero Ré- mi Girardon, a dejar claro en una reunión con la DGA que para que se sienten a hablar con los trabajadores deben asumir sacrificios. Mientras, el director general de Opel España, Antonio Cobo, y su equipo parecen relegados a un papel de meros empleados-transmisores de información del con sejo de administración de París. Es lo que hay: el valido de Tavares fue tan claro que puede darse por bueno que el presidente Lambán y la consejera Gastón lograran al menos que se reanuden las negociaciones durante cuatro días.

¿Qué cabe hacer más allá de las mutilaciones que esté dispuesta a asumir una plantilla cuyos salarios y derechos ya han pasado por el cedazo en los últimos años? El papel de un Ejecutivo regional no es mediar laboralmente, salvo que el desencuentro llegue a los servicios de arbitraje, que todo es posible, pero sí invocar esa colaboración y esa empatía a las que se aludió Tavares en su entrevista con Rajoy. Y qué decir del Gobierno de España: ¿hay alguien en su ministerio, señor Nadal?

Vigo, la otra gran planta de PSA en España, ya pasó por la podadera del CEO portugués en 2014. Desde entonces monta más coches que nunca con el menor coste laboral de siempre. Este doctor de la industria automovílistica no parece tener otro método. Nubarrones rugientes cubren Figueruelas. Hay que llamar a la puerta de PSA e invocar la capacidad industrial de Aragón, su seguridad, su atractivo logístico o la internacionalización de su economía. El tiempo vuela, mientras Tavares afila su herramienta y una comunidad hiperdependiente del automóvil se sobrecoge. Cuatro días pueden cambiar el futuro de Aragón. ¡Que nadie se quede parado!