Aunque el populismo y la demagogia son atajos habituales en la práctica política (hay quien los llama estrategias), no son precisamente esos los (¿peligrosos?) nuevos intrusos de los que debemos preocuparnos pese a los alaridos de miedo del partido en el Gobierno. Las alertas que suenan machaconamente responden antes a la pérdida de votos que compromete su posición de privilegio y por tanto de poder. Aun así, invocar no es conjurar; no hablamos de demonios fácilmente aislables sino más bien de un virus que hace tiempo que infectó el sistema.

Es pura propaganda, frente a datos y evidencias muy distintos, que el presidente Mariano Rajoy declare que el Estado de bienestar funciona "mejor que nunca", a la vez que aplica nuevos recortes; que el ministro Montoro asegure con su grandilocuente y habitual pedantería que en el ajuste de España no se ha tocado el gasto social, y también ese estrafalario optimismo del que hace gala Fátima Báñez, ministra de Empleo que nunca se ha empleado.

Tampoco el PSOE puede dar lecciones. El gesto, a última hora, de no votar a favor de Juncker para presidir la Comisión Europea ha sido gratuito porque no ha impedido su elección (estaba cantada), y tampoco ha reforzado en credibilidad a su nuevo secretario general Pedro Sánchez, quien más que un ejercicio de coherencia, ha escenificado uno de contradicción, como dejó claro el eurodiputado número dos Ramón Jáuregui en ausencia de Elena Valenciano, quien, enferma, no acudió a su obligación.

Pocas cosas son tan demagógicas como sostener un discurso como el del PP contra el pesimismo (tanto que criticaron el buenismo de ZP), basado en la volatilidad de valores como la confianza y la fe; mientras ejecuta políticas a la defensiva frente a los ciudadanos y complacientes a favor de los mercados que, como se sabe, no observan virtudes religiosas ni éticas.

El reciente CIS de junio sitúa a Podemos como tercera fuerza política en España, y además mostrando un magnetismo ideológico transversal. No parece que agitar fantasmas sea un recurso efectivo para combatir los tiempos que vienen. Y menos cuando es la actualidad la que da terror. Periodista