Confieso que tenía dudas respecto a la utilidad de la moción de censura, aunque no respecto a su pertinencia; especialmente tras constatar el zancocho que montó el portavoz del PP en la moción de la Asamblea de Madrid. Sin embargo, ha sido de agradecer que fuera el propio Rajoy quien subiera a la tribuna para afrontar el envite de Pablo Iglesias, y no Rafael Hernando, con lo que se redujo el riesgo de provocaciones e insultos, que hubieran degradado de entrada el debate. Un debate que, sin duda, ha sido el de mayor nivel que he vivido en el Congreso a lo largo de estos dos últimos años.

Desde mi punto de vista, la moción de censura era pertinente, frente al desafío de inmoralidad que supone la oleada de casos de corrupción del PP, que siguen estallando a diario: Gürtel, Púnica, Lezo, Acuamed, Nóos, Andratx, Auditorio, Baltar, Bárcenas, Biblioteca, Bitel, Bon Sec, Bomsay, Brugal, Caballo de Troya, Camps, Campeón, Carioca, Carmelitas, Catis, Castellano, Ciudad del Golf, Construcción, Lino, Robledillo, Emarsa, Trama Eólica de Canarias, Faycan, Fitur, Funeraria, Guateque, Ibatur, Imelsa, Inestur, Lasarte, Líber, Madeja, Marchelo, Mercamadrid, Naseiro, Novo Cartagho, Ópera, Over Marketing, Orquesta, Palma Arena, Patos, Piscina, Pokemon, Porto, Rasputín, Scala, Terra Natura, Torres de Calatrava, Totem, Troya, Túnel Soller, Torrevieja, Turismo Joven, Zeta, Umbra, Uniformes, Parques Eólicos…; con cerca de un millar de implicados, muchos de ellos altos dirigentes del PP, entre los que destacan sus sucesivos tesoreros; y con el propio PP imputado ante los tribunales, con evidencias de haber concurrido a las elecciones dopado con financiación ilegal procedente de sus tramas de corrupción, en las que aparecen grandes empresas de la marca España, como Agbar, ACS, OHL o FCC, entre otras. Pero sin duda, lo que hizo estallar la necesidad de esta moción de censura fue conocer la colaboración con esas tramas del mismísimo ministro de Justicia, del fiscal general y del fiscal anticorrupción, Manuel Moix, con su dinero en paraísos fiscales.

Adolfo Suárez pasó a la historia como el presidente de la transición, dijo Pablo Iglesias; Felipe González, como el de la modernización; José María Aznar, como el de la guerra y el pelotazo; el José Luis Rodríguez Zapatero, como el de la crisis, aunque impulsó derechos sociales importantes; pero Rajoy, concluía Iglesias, pasará a la historia como el presidente de la corrupción.

La explicación del programa de gobierno alternativo, en políticas sociales, económicas, energéticas, ambientales, de género o desarrollo rural, quedó en un segundo plano, frente a los dos grandes temas que dominaron el debate: la corrupción y Cataluña.

Por primera vez asistimos en el Congreso a una explicación clara y pedagógica del derecho a decidir, como la clave democrática del proyecto de país de países que el grupo confederal defiende, basado en una apuesta rotunda por la unidad, pero una unidad querida y no forzada, en un país de países que incluso el PSOE de Pedro Sánchez caracteriza en la actualidad como tal. Y es que, como suelo decir, dos no viven juntos si uno no quiere. En suma, Pablo Iglesias ofreció argumentos democráticos frente a un Rajoy encastillado en su amenazante disposición al choque de trenes en Cataluña.

AL FINAL, la moción no pasó, como ocurrió con las dos anteriores, de PP y PSOE, en sus respectivos momentos. Sin embargo, como bien argumentó Irene Montero, ello no invalida su pertinencia ni su utilidad. Rosa Parks, la mujer negra que se sentó en la zona para blancos del autobús, tampoco consiguió aquel día acabar con la segregación racial en EEUU; pero abrió el camino, plantándole cara a la injusticia, al igual que esta moción, al enfrentar la vergüenza de un Gobierno en manos de un partido enfangado en la corrupción, sin duda ha abierto un camino que probablemente tenga capítulos por venir. Pablo Iglesias, manteniendo en todo momento un tono sosegado, bien diferente al de otras ocasiones, dejó el reto en manos de Pedro Sánchez, para después del verano; reto que el nuevo portavoz socialista, José Luis Ábalos, en un tono constructivo bien diferente también al de su predecesor, dio por recibido. Si el debate hubiera sido irrelevante, o una burda trifulca, como la que intentó a última hora, a la desesperada Hernando, probablemente habrían acertado los comentaristas al pronosticar que Pedro Sánchez eludirá la expectativa, generada en las primarias, de sacar al PP de la Moncloa. Sin embargo, creo que la relevancia y la solvencia argumental de esta moción dificulta que la nueva dirección del PSOE ignore esta expectativa, mayoritaria en sus bases.

De entrada, en este primer acto se ha demostrado que Rajoy dispone tan solo de 170 votos, frente a otros 179 que, al apoyar la censura o abstenerse, pueden perfectamente formar una nueva mayoría que despida al PP, por corrupto, e instaure un nuevo Gobierno progresista a la portuguesa.

*Diputado de Unidos Podemos por Zaragoza