Con más de doscientos muertos el año pasado, Aragón se ha colocado a la cabeza de las comunidades con mayor siniestralidad en las carreteras. Aún hay más: la carretera es ya la primera causa de muerte en el grupo de 1 a 4 años y entre los 15 y 44. Pero todavía hay más, porque de mantenerse esta tendencia el número de muertos y discapacitados por culpa del tráfico aumentará un 60% en los próximos años. Es evidente que hay que frenar esta espiral suicida en la que estamos metidos. Las autoridades primero y la sociedad al mismo tiempo tienen que forzar la implantación de sistemas de prevención, como se ha hecho ya en países vecinos con un resultado más que favorable. No podemos consentir por más tiempo que las carreteras queden teñidas de sangre cada fin de semana o en los inicios y finales de vacaciones. Primero por la insufrible merma de vidas, y segundo porque no hay ningún sistema sanitario que pueda soportar el abultado número de heridos que habrán de sufrir secuelas de por vida. Urge ponerse a trabajar en programas divulgativos, pero urge también endurecer las sanciones y las penas a quienes provocan los accidentes por su agresivo comportamiento al volante. Hay mucho trabajo por hacer y hay que empezar a hacerlo ya.