El conflicto catalán ha terminado encausándose en un nacionalismo insolidario y talibán, alentado por elementos radicales, nihilistas o anarcoides, los de la CUP. Con semejantes disolventes, la Europa civilizada ha dicho no, gracias a ese patético Raúl Romeva que iba por el mundo como embajador de Cataluña, pagándose los viajes trasantlánticos y las juergas de referéndums y consultas con dinero público. Este pájaro de corto vuelo, que ha denigrado a España, que ha acusado a los españoles de invasores y represores, de franquistas y antidemócratas, y de traidores a los catalanes que en su matraca no le han seguido, ha sido, del extinto Govern de Puigdemont, uno de los que con más saña ha intentado picotear el nido constitucional y abrir hueco a las rapaces.

Siendo clara la causa del presente conflicto, ese nacionalismo extremo y talibán, se equivocaría el futuro de meter en el mismo saco a todos los nacionalismos que en Europa o en España son.

Porque, simplemente, no son lo mismo.

Nada tiene que ver, por ejemplo, el nacionalismo de PDeCat o Esquerra Republicana con el del Partido Aragonés o la Chunta Aragonesista.

Estos dos últimos partidos han trabajado muy duro durante décadas para elevar los niveles del autogobierno aragonés, sin interferir en ningún momento en los órdenes de la convivencia social, ni mucho menos en el orden constitucional, y respetando escrupulosamente las posibilidades y límites del Estatuto de Autonomía. ¿Son nacionalismos? Sí, desde luego, pero muy diferentes al de los señores Pujol o Artur Mas. Mucho más modernos, solidarios, mucho más responsables y serios, menos visionarios, nada mesiánicos, ligados siempre a las infraestructuras e inquietudes del territorio al que sirven.

Muy injusto sería que Chunta y PAR, y otros partidos de este cuño que defienden lo suyo, y a los suyos, con total respeto a los demás, pagaran ahora, en la imagen, en las urnas, como justos lo que los pecadores de Puigdemont han hecho en Cataluña.

Siendo de esperar, de la madurez del votante español, y aragonés, que no sea así y que no se condene de antemano opción alguna que incluya el término nacionalismo. No tanto por el beneficio de la duda, sino porque sus representantes territoriales se merecen todos nuestros respetos.