Un jurado popular absolvió ayer a los encartados en el Caso Karting, una de las múltiples piezas relacionadas con el presunto saqueo de Plaza por parte de su propia cúpula política y técnica. Los representantes de la ciudadanía, tras la correspondiente vista oral, sí que vieron indicios de delito; pero no pruebas concluyentes. Así que se salieron por la tangente. Y eso que uno de los procesados había confesado la supuesta pifia y el modus operandi. En fin... quizás nos hallemos ante un fallo garrafal del instructor o una muestra de que el barullo de la plataforma logística zaragozana nunca pasó de ser un equívoco chaparrón de indicios.

Lo cual, no sé por qué, me ha recordado aquel fantástico plan para depurar las aguas residuales de Aragón. Fantástico, sí... pero que se ha convertido en uno de los más turbios asuntos que tuvieron la Tierra Noble por escenario. Sucesivos y cada vez más concluyentes informes ponen en tela de juicio la lógica de un proyecto disfrazado de gran apuesta medioambiental, aunque enseguida derivó en una chapuza carísima, absurda e insostenible. La Cámara de Cuentas ha ratificado esa impresión (que lleva años siendo denunciada por ayuntamientos estafados, organizaciones ecologistas y defensores de la gestión pública y honesta del agua).

Para sanear todos los vertidos habidos y por haber, el departamento de Medio Ambiente, que lideraba el regionalista Alfredo Boné, no sólo movilizó partidas multimillonarias del erario aragonés, sino que obtuvo ingentes inversiones procedentes de instituciones exteriores, que luego fueron destinadas a cualquier otro objetivo (básicamente, a crear una extensa red clientelar vinculada al PAR). Mientras, se construyeron depuradoras sobredimensionadas, innecesarias e imposibles de mantener. En otros lugares ni siquiera hubo tal, porque el tratamiento de los vertidos nunca pasó de promesa (aunque se cobró y se cobra). Por no hablar del caso zaragozano, un robo que clama al cielo.

Y aquí tampoco ha pasado nada, señores. Simples indicios.