Mientras a su alrededor todo era escepticismo, incredulidad y sospecha, Natxo González seguía su camino y repetía machaconamente un discurso con unas líneas maestras que reiteraba con una sorprendente calma incluso en los momentos más angustiosos para consigo mismo. Cualquiera que haya seguido la actualidad del Real Zaragoza esta temporada habrá interiorizado términos como proceso o fiabilidad, aquel «fantásticamente» cuando todo iba horriblemente, el «dejadme creer» cuando nadie creía que esto que está pasando fuese posible o el aventurado y certero «estoy convencidísimo de que nos vamos a poner a tiro del playoff, a cuatro o cinco puntos» con el descenso en el cogote y los peores augurios.

Ni a cuatro ni a cinco. A tres terminará esta jornada después de la extraordinaria victoria en Soria, donde de nuevo el Real Zaragoza desplegó un juego de una calidad ofensiva notable y que solo el mal día de Borja Iglesias en el remate impidió materializar en una victoria de contundencia mayor. Pombo le enmendó la plana a su colega y con dos pombazos, esos tiros secos con derechos de autor, confirmó todos los buenos presagios del entrenador. El Zaragoza está metido en la pelea por jugar la promoción cuando hace poco más de un mes parecía desahuciado.

La reacción ha sido estupenda, basada en un juego colectivo en constante crecimiento, ese rombo que tanto bien ha hecho, figuras personalísimas como Eguaras o Cristian Álvarez, los tantos de Borja y el ímpetu y nivel sobresaliente de los chicos de la Ciudad Deportiva, a los que Natxo tuvo el coraje de lanzar al ruedo, que fácil es decirlo y difícil hacerlo. La respuesta de los canteranos está siendo magnífica, ayer con Pombo otra vez desatado y Lasure en general (sólido como siempre atrás, el lateral estuvo excepcional en las incorporaciones y en la medida y tensión de sus centros). Razones futbolísticas, argumentos tácticos y confianza, arma poderosísima. Así se siente hoy el Zaragoza: invencible. Todo está saliendo como Natxo vaticinó cuando parecía extravagante hacerlo. Fantásticamente. El entrenador sigue acariciando mansamente su gatito...