La meteórica propulsión de Ciudadanos hacia los astros y soles del poder tiene que ver, me parece, con el cansancio de la tripulación española, comandada por verdaderos marcianos. En los últimos años--luz, nuestro cohete no hace sino dar vueltas al mismo plano orbital, pesada rutina que acaba sulfurando el ánimo e invitando a cambiar de nave, incluso de sistema solar.

El electorado español varía de escora, altura o perspectiva no porque se estén descubriendo nuevos rumbos y planetas, pues nada apenas de novedoso hay en los programas de los nuevos partidos, sino porque el mundo político hasta ahora conocido aparece tan lleno de basura cósmica, ética, que no se ve delante horizonte ni universo alguno, sino agujeros negros en los que zozobrar.

A bordo de la nave española escasea el oxígeno, siendo cada vez más estrecho el espacio e irrespirable el aire, y es por eso que cualquier ventana abierta al aire fresco resulta preferible a la escotilla.

Ese ahogo y agobio de los españoles tiene mucho que ver con que el Gobierno ande a la luna de Valencia a la hora de evitar meteoritos de la corrupción o solucionar el aumento de la temperatura política en un planeta que el satélite catalán amenaza con explotar en otro big-bang, con terremotos, lluvia tóxica y emisión de cuerpos extraños. Los extraterrestres a su república, esto es, los seres inteligentes, temen que la convivencia, incluso la supervivencia democrática en aquel planeta enrojecido por lazos amarillos resulte cada vez más difícil.

Nada sería tanto de desear como que que Quim Torra, el nuevo presidente de la Generalitat, en lugar de hacer la guerra de las galaxias, regresara al orden constitucional, al seno del Estado autonómico, disfrutando y haciendo disfrutar a sus administrados de las competencias de uno de los territorios más autónomos y descentralizados de Europa, cual es Cataluña.

Pero si no es así, si Torra continúa por la vía del fanatismo y la intransigencia, la nave de la Generalitat ingresará en la misma órbita de esa luna de la sinrazón en la que también orbita el artefacto volante del PNV, capaz de embarcar o repostar millones de euros cada vez que toca tierra o es abastecido en pleno vuelo por el comandante Montoro.

Los marcianos existen, estaban desde siempre entre nosotros, eran y son alienígenas con voz y voto.