Vuelven las inversiones comerciales. Los indicadores económicos marcan un renacido interés por las galerías de tiendas, hasta el punto que en los primeros nueve meses del año pasado la inversión en inmuebles no residenciales superó los 5.000 millones de euros, 1.300 más que en todo el 2013. Esto refleja el interés de inversores, españoles y extranjeros, en el mercado inmobiliario comercial, cuyos precios están en una zona de mínimos. En el 2014, norteamericanos, británicos, asiáticos y latinoamericanos fueron los inversores internacionales más activos. Y en Aragón se cerró la operación más sonada: la venta de Puerto Venecia a la firma británica Intu Properties por 451 millones de euros. Según la compañía, los ingresos por alquiler rondaban los 22,5 millones.

En este contexto, parece lógico que la familia Soláns se haya lanzado a vender su proyecto de Torre Village como una forma de capitalización ante la inversión de Pikolín en Plaza. Negocio en España hay, y de cara a los años venideros la tendencia de aperturas de centros comerciales y ampliaciones seguirá. Hasta el 2017 hay previstos 20 nuevos y 7 reformas. Y en todos, los outlet son el enganche para que funcionen a la perfección. Porque al calor de la crisis con este modelo se reflotan centros comerciales (como Augusta, con media docena de tiendas baratas) y se atrae a consumidores de cualquier clase social, eliminadas ya las etiquetas peyorativas del pasado.

Un proyecto del calado de Torre Village es importante para Aragón porque la comunidad necesita iniciativas que dinamicen la economía, creen empleo, atraigan visitantes y sirvan de estímulo. Pero hay que mantener el equilibrio comercial y ahí el Gobierno debe velar para no castigar al comercio tradicional sin cerrar el paso a la gran distribución. Y, sobre todo, no caer en otro Plaza Imperial...