En el hospital Miguel Servet, la petición de confesión de un enfermo terminal que reconoció vivir con su mujer sin estar casado, le costó que hasta dos sacerdotes se negaran a dársela, aduciendo esa condición familiar. Un tercero, finalmente, cumplió con la petición. Aunque a los ojos de los dos primeros el hecho fuera pecado ¿no es la confesión el acto por el que se redime? Los representantes de la Iglesia son muy suyos de aplicar de forma estricta sus convicciones, pero cuesta creer que un enfermo no deba ser confortado si lo demanda.