Si hace cuarenta años nos dicen que hoy seguiríamos debatiendo sobre el franquismo no nos lo hubiéramos creído. Con toda ingenuidad estábamos convencidos de que como fruto de las libertades y del sistema educativo conseguiríamos una ciudadanía culta con formación e información suficiente, que compartiera los valores que estaban generalizando en el proyecto europeo incluyendo su opción por el Estado Social. Ello, es obvio, implicaba la condena a todo lo que significaban los totalitarismos derrotados en la II Guerra Mundial y a la dictadura franquista que consiguió sobrevivir. Pecamos de ingenuos. Era una esperanza que ahora se revela fallida. Persisten en la sociedad española sectores fanatizados que contra el sentido común, contra el relato histórico científico, y contra la experiencia de los que sufrieron aquella feroz dictadura enarbolan sin pudor otra vez las mismas banderas. Y no se trata de desdeñables minorías. Lo grave es que las derechas alimenten ese discurso con su permanente recelo contra las víctimas del franquismo y su resistencia a condenar la dictadura. Este verano he visitado los escenarios del desembarco de Normandía incluyendo algunos cementerios. En uno alemán recogí un folleto titulado «Si las piedras hablaran…» El siglo XX fue el escenario para contemplar a dónde llevan algunas ideologías. Pero aunque las piedras hablen muchos siguen totalmente sordos. ¿El PP tiene un problema con la memoria histórica o con su propia historia? No vale abstenerse. Tienen que condenar de una vez.

*Profesor de universidad