Cuando en una familia el padre reúne a sus miembros, los sienta en la mesa y les cuenta que están arruinados, todos entienden que comienza una nueva fase. No importa los errores cometidos, la realidad es que no tienen nada. Todos se ponen a empujar en una dirección.

Ese símil podría servir para España. Tenemos una economía mucho peor de lo esperado y el futuro es negro, ni que quieras ni que no. Pero igual que el pater familia, el Estado puede ofrecer a sus ciudadanos ser responsables desde el afecto mutuo. El padre dirá: lo primero, comer; si sobra, para vestirse. El Estado debería mostrar un talante generoso, conciliador, sobre unos hijos que no intervinieron en la administración de la economía familiar. Echar la culpa sobre los hombros de esos pequeños denota mala fe, injusticia y falta de entrañas. Ese símil sirve para dibujar lo que sucede en este país. De pronto, atosigados por un recorte inhumano, descubres que Hacienda no cobra 750 millones de euros que deben los clubes de fútbol. Es decir, mientras la familia pasa hambre, hay miembros que se van de juerga con el dinero de todos. Si el Gobierno no actúa de inmediato puede encontrarse con respuestas similares: gentes que se negarán, con toda la razón, a pagar. Descubrimos de paso que hay millones fugados a paraísos fiscales, millones en dinero negro, macro empresas que no tributan. Este nuevo recorte de 5.000 millones volverá a caer sobre las espaldas de los hijos de esa familia, mientras cunde la sensación de que todos no empujan con la misma fuerza el carro. ¿Qué dice Hacienda?