Seguro: La gran apuesta es una película que nadie se debe perder. No es la primera que relata la gran crisis financiera del 2008, pero tiene la ventaja de recrear con impresionante fidelidad el cúmulo de trampas, fraudes y mentiras oficiales que dieron lugar al crash, al rescate de los timadores por cuenta de todos, a la consagración de la economía de casino como ortodoxia inapelable y al inicio de una nueva era histórica (que algunos pretenden poshistórica). Sí, esa era en la cual la democracia política debe rendirse sin condiciones a la delincuente audacia de los brokers y al dictado de las corruptas burocracias que manejan, por cuenta de aquellos, las más altas instituciones estatales o supraestatales.

La gran apuesta explica con irónica precisión cómo los fondos hipotecarios evolucionaron hasta convertirse en el gran juguete (¡El Dorado!) de los inversores profesionales. La banca internacional, los presuntos reguladores, las agencias de calificación, los medios de comunicación especializados... todos se confabularon para vender productos más y más tóxicos, inflando una burbuja financiera e inmobiliaria increíble. Estamos hablando de Estados Unidos, pero lo que se cuenta es clavado a lo sucedido en España: la expansión insensata de las hipotecas basura, el incremento desbocado del precio de la vivienda, las derivadas y las subprime. Ahí salen todos: J.P. Morgan, el Deutsche, Lehman&Brothers, Standard&Poors... Pongan en su lugar Caja Madrid-Bankia (o la CAI), otras cajas y bancos españoles, Deloitte y demás... O al Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores en vez de la Reserva Federal. Clavado. Por supuesto, allí y aquí, el sistema se rescató a si mismo socializando las pérdidas en plan bestia. Sin complejos.

Desde entonces, la impunidad ha permitido a los estafadores seguir en lo suyo. Así, cuando se aproxima otra recesión, podemos estar seguros de que quienes cortan el bacalao seguirán aumentando sus astronómicas cuentas corrientes. Los fondos buitre reciclan con fabulosos beneficios los restos de cada naufragio. Y nosotros salimos del cine estupefactos.