Como el proceso independentista catalán se fundamenta en un mandato popular inexistente (Junts pel Sí y la CUP no sumaron ni siquiera la mitad de los votos emitidos en las autonómicas plebiscitarias), el atribulado soberanismo le tiene miedo a una nueva convocatoria electoral que podría desdibujar la magra ( "agridulce", dijo Romeva) victoria de septiembre. Así que Baños y los suyos no tendrán otra salida que votar (desgarrados) a Mas como president, mientras este refunda su partido, se patea bajo la mesa con Esquerra y sigue apostando por una secesión cuyo escaso apoyo ciudadano la convierte en una desesperada y antidemocrática jugada.

Como yo no me imagino a Podemos votando presidente a Rajoy, tengo que admitir por fuerza que en Cataluña pasan cosas muy raras, y que la pretendida superioridad moral e intelectual de aquel nacionalismo centrífugo sobre el centrípeto nacionalismo español de toda la vida no existe. Ambos andan a la par. Para tener el carácter rotundo, imparable e irreversible que se le supone a cualquier movimiento independentista, Mas, Homs, el citado Baños y los dirigentes sociales que están en el ajo de la desconexión deberían obtener de forma sistemática un voto total por encima del 66% (dos tercios) y disponer de un liderazgo y un consenso indudables. No es esa la situación, claro. En Cataluña no se dan ni de lejos las condiciones que justificarían la separación de España y la construcción de un Estado propio. Y por eso mismo resulta increíble que el Gobierno central no haya abierto la puerta hace tiempo a un referéndum como mandan los cánones de la ley de claridad.

En las manifestaciones soberanistas celebradas en Barcelona, los asistentes gritaban "¡Un sol poble!", con esa estúpida manía de definir a las gentes por la geografía y la identidad, hermanando a ricos con pobres, sinvergüenzas con honestos, derechas con izquierdas, burgueses con anticapitalistas... Todos juntos en un movimiento nacional. Por eso es fácil que la CUP acabe votando a los del 3%. En la España-España, por lo menos, las izquierdas no han de tragar semejantes sapos.