Con su alma ingenua y espíritu errante, Emilio Gastón se marchó a la eternidad por la salida de emergencia. No lo esperábamos. Todavía lo recuerdan las riberas del Ebro en sus caminatas de este octubre, y el mismo mes la presentación de su libro La Sonrisa de la Nada y sus mil metros nadando tres días por semana. ¡Y tantos proyectos sociales, lúdicos y artísticos palpitando!

Su fallecimiento ha estado lleno de frases emotivas y fotos vitalistas, y como muchas veces me decía: «!Tenemos que sentarnos a darles las gracias!».

Hoy os escribo yo sola, ¿o Emilio me está dictando frases pausadas? El preferiría que lo hiciera disfrutando de un atardecer.

Ante todo gracias a la Sociedad Anónima de Prójimos, a la gente, a los desconocidos amigos; a cada uno que fuisteis a la capilla ardiente y también a los que no pudisteis ir o estabais mejorando el mundo «a trozos»; a los que dejasteis flores y a los que se llevaron alguna; a los que discretamente le habéis llorado.

Como utópico universal Emilio se hubiera fijado esa tarde en lo pequeño: en una bandera esperantista, en otra de los exploradores y en la muy artesana del PSA; en las miradas auténticas, en su muy entrañable familia; hubiera recordado a sus amigos muertos y nos hubiera invitado, a los vivos, en una tasca vieja.

Gracias a toda la gente predispuesta a compartir utopías y que a lo largo de las décadas, por un camino próximo a él u otro, habéis buscado un Aragón y un Universo vital, con personas y paisajes sorprendentes; a los abogados urbanistas que arriesgasteis por unas ciudades más amables, al equipazo de profesionales tan queridos con lo que creó la institución de El Justicia. !Cuánto os nombraba nuestro incómodo y amable Justicia!

A todos lo que le habéis querido, ayudado, mirado o admirado (esto a su pesar). Os envía un guiño. A los medios de comunicación, a los redactores, columnistas con corazón y sentido. Desde los peldaños del aire abraza a sus irreductibles del PSA cuando recordaban que la batalla será larga, porque los que la van a ganar, la están perdiendo.

Mientras se adentra por ingrávidos nubarrones vacíos de poder, como era su costumbre, da las gracias al Justicia de Aragón y a las Cortes, a los responsables de protocolo por saltarse un poco el guión, al comprensivo personal de la universidad y a su rector. Al Ayuntamiento de Zaragoza y sus generosos técnicos. A los amigos que en el Paraninfo nos hicisteis reír y llorar junto a Emilio. A los que os desplazasteis horas y cantasteis en íntimo silencio su canción de la Peña Forca. A los que no pudisteis acudir porque el espacio tiene limitaciones incluso en las despedidas poéticas.

A los que recordáis al hombre que él ha querido ser, nada más… y nada menos. Por eso, precisamente sigue brillando en su cordillera de nubes y vacío, con su sonrisa de conejo, perplejo ante la que ha montado. Sí, sonreir con ternura, la manera más subversiva de ser rebelde y construir fraternidad. E improvisar como los sabios que cada día se admiran por todo y nos admiran a todos.

A los que estabais muy cerca en sus últimos días; al personal sanitario, al no sanitario, a todos los que hicisteis posible un entorno habitable en el hospital Miguel Servet; la penúltima tarde en la Uci él os regaló frases y sonrisas agradeciendo vuestros cuidados y todos nos sentimos unidos en una esquina de una estrella.

Y déjame Emilio que también te dé las gracias a ti que decías leer en mis ojos las mejores noticias del día. Seguro que si leyeras esta carta, en un periódico en papel, escribirías encima, con tu rotulador rojo, frases admirativas hacia la gente y luego algo sobre futuros inconformes.

Los muchos nubepensadores, que tantísimo te extrañamos, adaptaremos las utopías a cada circunstancia y nuevas generaciones sabrán, sabréis hacerlo.

«...Y seguiré la lucha en subjuntivo

como si pudiera o pudiese».

*Carta de la viuda de Emilio Gastón (1935-2018). Ex-Justicia de Aragón, fallecido en Zaragoza el 22 de enero