Se nos ha congelado la palabra responsabilidad. La escupió la Comisión Europea este lunes y, desde entonces, ha cristalizado sus formas, convertido en hielo sus letras y pulido sus aristas hasta estallar y convertirse en una nube de cristales afilados que recorre los caminos de Europa.

«Es responsabilidad de Grecia», dijo la UE, mientras admitía que es muy difícil resistir cuando centenares de vidrios se clavan en tu piel y convierten en escarcha tus sueños, tu voluntad, tu cansancio e, incluso, tu vida.

Miles de personas varadas en los caminos, ancladas en campamentos, bajo tiendas de campaña que ya no pueden soportar más palmos de nieve. Temperaturas de hasta 20º bajo cero. Haciendo cola para comer un plato de legumbres. Los pies helados. Y niños, muchos niños. Vemos sus rostros y sabemos que van a morir de frío. Lo sabemos. Porque algunos ya han muerto de hipotermia. Porque la responsabilidad se nos rompió en millones de pedacitos de hielo y nos dicen que ya no se puede recomponer.

¡Enviémoslos a Turquía! ¡Demos dinero a las organizaciones para que hagan algo! Dejemos que se ahoguen en el mar, dejemos que les alcance la nube de cristal… Expulsados, desechados, deshumanizados, ¿por qué les llamamos refugiados? Se nos heló la conciencia. El miedo, la negligencia y el egoísmo ha levantado un escudo bajo el que creemos protegernos. Pero hemos escupido una nube de cristal. Y el viento nunca es de fiar.