La situación actual del PSOE recuerda a aquel letrero de los escaparates de las tiendas preelectrónicas que decía "cerrado por balance". Porque, efectivamente, el PSOE está haciendo una fuerte revisión o balance de su acción política de los últimos años y la correspondiente percepción ciudadana.

El primer momento crítico hay que situarlo al final del felipismo. Las cuatro legislaturas de Felipe González transformaron España y los españoles comenzamos a saborear qué era aquello del Estado de bienestar. España se puso de moda en Europa y en el mundo. ¡Qué peligrosas son las modas! Y aunque muchos atribuyen el final del felipismo a la corrupción, yo siempre he pensado que los españoles estaban aburridos de ver siempre la misma cara y decidieron cambiar. Un rasgo muy español eso de cambiar por cambiar.

A partir de la generales de 2000 el PSOE entra en crisis. Almunia, secretario general, es vencido en primarias por Borrell como candidato a la Presidencia de Gobierno y se entra en una bicefalia que el aparato de Ferraz hizo descarrilar. El batacazo para la izquierda fue de nota y el PP de Aznar consiguió su primera mayoría absoluta. Por cierto que en esas elecciones PSOE e IU (Almunia y Frutos) hicieron listas conjuntas para el Senado y apoyaban la supuesta investidura de Almunia. O sea, que eso de juntarse las izquierdas en un cartel común ni es nuevo ni garantiza el éxito.

Tras ocho años de aznarismo, en 2004, con la guerra de Irak mediante, irrumpe el joven Zapatero que abruma con un primer cuatrienio lleno de nuevos derechos civiles como nunca había soñado España, que se pone a la cabeza mundial en derechos de minorías y de género. Y se aprueba la ley de la dependencia que, aunque deficitaria de presupuesto, marcó un hito en la política social. Pero el segundo cuatrienio lo comienza Zapatero con las reiteradas negaciones de la crisis y finaliza su crédito el 12 de mayo de 2010 con el inicio de las políticas de ajuste. Es curioso como la sociedad ha hecho pagar al PSOE un final puntualmente negativo frente a todo un balance global enormemente positivo. Desde una perspectiva racional me atrevo a proclamar la injusticia de tal ajuste de cuentas. En la actualidad, y aunque no lo sepan, los movimientos reivindicativos de calle están reivindicando la restauración de la situación anterior al 12 de mayo de 2010, o sea, el modelo social de la socialdemocracia que nunca debió abandonar el PSOE.

A partir de noviembre de 2011, con la mayoría absoluta del PP, España avanza con paso militar en el desguace del Estado de bienestar. La gente cree eso de que no hay alternativa posible y que si nos portamos bien los mercados nos premiarán y volverán las oscuras golondrinas, perdón, las inversiones extranjeras, porque España volverá a estar de moda. El PSOE, tras las derrotas municipales, autonómicas, generales de 2011, y que otorgaron al PP el mayor poder que nunca un partido político ha tenido en España, toma conciencia de su fracaso y celebra un congreso en Sevilla que no cierra bien las heridas orgánicas. Su contenido programático se enriquece notablemente con la Conferencia Política de Granada, cerrando con una propuesta de reforma constitucional que, aunque deficitaria de concreción y de modelo federal, supone un estimulante punto de partida del que ningún partido ha acusado recibo.

En estas estábamos cuando las elecciones europeas del 25-M han manifestado que el conformismo no se adueñado de nuestra sociedad. Todavía no sabemos cómo enfocarlo pero los resultados electorales fueron un aldabonazo a quien empezó con las políticas de ajuste y a quién las ha proseguido con una ingente energía, digna de mejor causa. Los nervios están tan a flor de piel que hasta el PP pide regeneración democrática. Surrealista. Y los nuevos triunfadores (alístese quien quiera) sienten el vértigo del vacío programático y de una mínima arquitectura de configuración social e institucional.

El PSOE ha terminado el balance y se dispone a cambiar la estructura del negocio. El gerente se ha jubilado y tres prometedores herederos están educadamente porfiando por la herencia. Pero, claro, no se trata solo de cambiar de gerente sino de negocio, que ha quedado un tanto obsoleto por la rapidez de las nuevas tecnologías y de los correspondientes procesos mentales de la clientela. La demanda ha cambiado y los demandantes han madurado y se atreven a pedir lo que antes no se atrevían. ¿Gustará el nuevo negocio PSOE a los potenciales clientes-electores?

Cuidado con cambiar solo de imagen, aunque a veces el mercado solo pida eso. Sería mortal para el PSOE y para España, que siempre ha necesitado al PSOE como elemento fundamental y necesario de modernidad y progreso.

Profesor de Filosofía