Pedro Sánchez será este viernes el presidente electo del Gobierno de España. Gracias a los votos de Unidos Podemos, Compromís, ERC, el PDECat, Bildu y el PNV, el secretario general del PSOE se impondrá en la votación de la moción de censura, la cuarta desde la restitución de la democracia y la primera que acaba en éxito para su impulsor, una herramienta impecablemente democrática y constitucional. Sánchez ha logrado aunar una coalición muy variopinta que solo tiene en común el deseo de desalojar a Mariano Rajoy y al PP de la Moncloa. “Nuestro ‘sí’ a Sánchez es un ‘no’ a Rajoy”, dijo gráficamente Joan Tardà (ERC) para resumir el carácter plebiscitario de la moción.

En efecto, a pesar de que la moción de censura es, constitucionalmente, una herramienta constructiva para un candidato a gobernar, el debate no giró tanto alrededor de las propuestas de Sánchez como la censura al actual inquilino de la Moncloa. “Es usted, aferrándose al cargo, quien asume la autoría de la moción”, le afeó Sánchez a Rajoy. Esta ha sido la moción de la Gürtel. Ni siquiera Albert Rivera lo negó, cuando dijo que la corrupción ha liquidado esta legislatura.

Apenas una semana después de que el Congreso aprobara los Presupuestos gracias a los votos del PNV -lo cual se interpretó que garantizaba la supervivencia de Rajoy hasta el final de la legislatura- serán los votos del partido nacionalista vasco los que certifiquen la salida de Rajoy de la Moncloa después de que Sánchez les garantizara el mantenimiento de los Presupuestos. Sánchez ha protagonizado una espectacular resurrección política. En octubre del 2016 entregaba el acta de diputado tras la crisis interna del PSOE que acabó con su salida de la secretaría general de su partido. Menos de dos años después, regresó al Congreso instalado en la misma idea (el no a Rajoy) y se impuso en una moción de censura que ha demostrado ser una hábil maniobra política. Sánchez supo leer el momento político que abría la demoledora sentencia del caso Gürtel, y entendió que el fallo hacía inviable la continuidad de Rajoy en el poder. El PSOE, que tras su apoyo sin fisuras a Rajoy en la aplicación del artículo 155 de la Constitución parecía fuera de foco en pleno pulso entre el PP y Ciudadanos, se convertirá de nuevo en partido de gobierno. No le será nada fácil gobernar con 84 diputados, pero ha logrado ahora lo que le resultó imposible en los intentos de investidura en el 2016.

Ni el mismo Rajoy pareció entender la gravedad del momento hasta que se encontró en el estrado, ya más como líder de la oposición que como presidente del Gobierno. Enrocado en su propia versión de la realidad, displicente con el candidato y poco elegante cuando decidió no acudir a la sesión de tarde de la moción, Rajoy dibujó un escenario apocalíptico en todos los ámbitos, desde el económico hasta el territorial, con Sánchez en la Moncloa. Instalado en el y tú más, Rajoy quitó hierro a la sentencia y reiteró que no ve ningún motivo para dimitir.

El líder popular ha pasado en solo una semana de verse con apoyos para acabar la legislatura a ser destituido. Sánchez afronta el reto de gobernar. Rajoy y Rivera le auguraron una tarea imposible y le atacaron por aceptar el apoyo de los independentistas catalanes. La llegada del líder socialista a la Moncloa debe abrir un nuevo tiempo político, un cambio de ciclo en el conjunto de España. Ojalá sea un camino de responsabilidad, de regreso a la política en el mejor sentido de la palabra.