Tras tomar posesión como presidente de la única gran potencia militar del mundo, antes de haber hecho nada, Barack Obama recibió el premio Nobel de la Paz. Tenía unas ideas, claro, pero sobre todo se lo dieron por su oposición a la invasión de Irak. Era más un premio contra George W. Bush que a favor del propio Obama. Al final, cuando ya agota su segundo mandato, nos podemos preguntar, ¿se lo merecía? ¿Lo merece? Como mucho, por comparación, no en términos absolutos.

OBAMA NO pasará a la historia como un belicista. Al contrario de su antecesor y de los ideólogos, fracasados y marginados, de la doctrina del supremacismo del New American Century, cree más, mucho más, en la cooperación que en el uso de las armas. Pero no por eso está dispuesto a renunciar al uso de la fuerza, tan solo a moderarla y modularla. Ha dicho de forma clara y contundente que su país no puede renunciar a la guerra. Por otro lado, nadie con posibilidades de dirigir las fuerzas armadas norteamericanas puede imitar a Gandhi, Luther King o Mandela, los tres héroes de siglo XX. Obama los admira, eso sí, pero no por ello le tendríamos que tomar, no ya por pacifista, siquiera como idealista. Por mucho que le guste subrayar los ideales de cuando era joven, Obama se ha convertido en un pragmático. Más que el autor de una nueva doctrina sobre los EEUU y la gendarmería del mundo, muy difícil de tragar, ha sido la persona adecuada en el lugar adecuado para favorecer unas políticas conciliadoras que convienen más a los intereses americanos que al mundo.

Obama puso fin a aquella locura del belicismo extremo (aplaudida por Aznar con las manos y los pies, pero no con las armas) por convicción y por falta de presupuesto, no de capacidad militar. Sus ideas contrarias a la guerra de Irak se aliaron con los más que dudosos resultados de aquella invasión. Hoy, ni los más feroces intervencionistas podrían iniciar una guerra de alcance medio como aquella. Es demasiado cara. ¿Habrían tratado los americanos de modo distinto casos como el de Corea del Norte o Irán si en vez de Obama hubiera decidido un tercer Bush? Un presidente como Bush hijo, por mucho que quisiera, no habría podido financiar la alternativa a los acuerdos de rebajas, que son las intervenciones a gran escala. Un presidente como Obama, dice que no quiere. Tampoco podría. Un Bush querría y no podría. ¿Resultado? Idéntico. ¿Es esta coincidencia entre ideas pragmáticas y necesidades un mérito suficiente por el Nobel?

No. Donde ha convenido, Obama se ha burlado, sin inmutarse, de los valores y los principios democráticos y se ha tragado los ideales como el sapo hace con la mosca. Solo hay que recordar su discurso inicial de El Cairo, tan trascendente, tan prodemocrático, tan poco amable con Mubarak, sátrapa de Egipto y socio fidelísimo del hermano americano. Recordarlo y compararlo con el apoyo a Mubarak bis que hoy gobierna Egipto después de un golpe de Estado contra la democracia.

Cualquier observador ecuánime debería resumir los mandatos presidenciales de Obama con palabras parecidas a las siguientes: América ha abrazado la doctrina del mínimo esfuerzo bélico. ¿Por convicción o por obligación? ¿Qué importancia tienen las convicciones cuando se imponen y se asumen las obligaciones? La guerra de Irak evidenció los límites de la capacidad americana para financiar guerras. Esto ha proporcionado más inestabilidad al mundo y ha dado alas a los enemigos. Veámoslo.

LOS EEUU SON HOY más débiles a la hora de negociar. Putin prosigue la ocupación del este de Ucrania como si nada porque no se cree las amenazas de la OTAN. A pesar de que Rusia, con un PIB como el de España, no es una potencia. Si los ayatolás hubieran temido al gigante americano, habrían renunciado al arma nuclear y ahora tan solo han concedido un aplazamiento. Pero eso no es lo más grave. El principal problema del mundo, que se llama Estado Islámico, proviene, a medias, del fracaso americano en Irak y del apoyo inicial de Obama a las primaveras árabes. Bush disminuyó la capacidad de Intimidación. Obama favoreció la desestabilización. Es el único arranque de idealismo que se le conoce en la esfera internacional, y bastante caro que lo pagamos.

Los EEUU han dejado de ser el gendarme del mundo. No gracias a Obama sino con Obama. A él le ha tocado administrar la decadencia financiera que obliga a cambios de actitud. Pero esto, salvado el error inicial en el mundo árabe, lo ha hecho muy bien. Gracias a Obama, los americanos se han convertido en el director de orquesta de los medianos y pequeños gendarmes del mundo. El mínimo esfuerzo bélico americano, más que favorecer la paz mundial, implica que los otros se saquen las castañas del fuego. ¿Pueden? ¿Quieren?

*Escritor