"Todavía no tenemos una estrategia". La frase pronunciada por el presidente Obama pretendía desactivar las elevadas expectativas generadas por unos presuntamente inminentes ataques de Estados Unidos contra el Estado Islámico (EI) en Siria. Pero el daño ya estaba hecho.

Que el presidente del país más poderoso del mundo reconozca en rueda de prensa que su Gobierno no tiene una estrategia ante uno de los mayores desafíos que tiene planteados el mundo es grave, pero lo es más todavía dada la cadena de dudas y de mensajes poco claros de la administración Obama desde el comienzo del conflicto de Siria.

Las señales que envía Washington son de debilidad, de improvisación y revelan la existencia de diferencias en su equipo. La pasada semana EEUU reconocía la escasa inteligencia que posee acerca de lo que realmente ocurre en el territorio ocupado por el EI. Hace unos meses, en declara ciones a una revista, Obama había descartado la virulencia de la organización yihadista considerando que la verdadera amenaza era Al Qaeda. Y más atrás, tuvo que ser Vladimir Putin quien le sacara del atolladero en el que se había metido al establecer unas líneas rojas que el presidente sirio Bashar el Asad se había saltado dejando a EEUU sin capacidad de reacción.

Desde la Casa Blanca se justifican las palabras de Obama y se promueve la imagen de un presidente que antes de precipitarse a la acción reflexiona y estudia a fondo problemas y las salidas. Es una buena solo que llega tarde para satisfacción oposición republicana que le reclama, además de estrategia, un sentido de urgencia. Por su proximidad geográfica, puede verse más amenazada por expansión hacia el Mediterráneo del llamado califato que EEUU, pero si algo no tiene fronteras es el terrorismo.

Al igual que lo fue Irak ahora Siria se ha convertido en el entrenamiento y adoctrinamiento centenares de jóvenes europeos (oficialmente 51 españoles, pero 300 según fuentes) y también estadounidenses (un centenar) que pueden regresar a sus países convertidos en una amenaza con su odio y muerte. Es responsabilidad gobiernos tomar medidas para evitar actuaciones, pero la respuesta a las posibles amenazas nunca debe ser la suspensión de libertades. En Europa o en EEUU.