En una era en la que todo (y a todos) se etiqueta y se califica, no hay día que no se abran paso no las ideas o los conceptos, sino las ocurrencias, que suelen ser más reveladoras que esclarecedoras y obedecen a intenciones interesadas. Por ejemplo, Eduardo Madina ha prometido un proyecto para el PSOE alejado de lo que él llama «vanidad ideológica y prepotencia programática». Ole. Sin duda se trata de un mensaje con el que distanciarse de Podemos (donde, por cierto, siguen cociendo habas) y a la vez un recado interno a quienes en la maniobra de octubre pasaron súbitamente de ser oficialistas a críticos. Pero los simplismos no ayudan a explicar la realidad, sino más bien a distorsionarla.

Una ideología se basa en unos principios morales compartidos, en una forma de entender la sociedad para la consecución de unos objetivos comunes, que inevitablemente se traducen en programas electorales. Restar importancia a estos principios, o a estos fines, en palabras del responsable de la ponencia política de un partido socialdemócrata, suena a expresa renuncia. También podría ser que estemos ante la justificación teórica de una formación que, tras actuar de sostenedor del Gobierno del PP, se reclama a su vez como oposición útil y como alternativa. Un bucle difícil de enlazar en un partido que, no olvidemos, a día de hoy está «intervenido», como define con acierto Juan Carlos Escudier.

La esencia de la cultura de pactos es la negociación y no la ambivalencia. Otra cosa es la vanidad y la prepotencia, propias de quienes se creen imprescindibles, con la única misión de sobrevivir y si es posible mandar en los aparatos de las formaciones políticas y en la esfera pública, en general. Y esto, con frecuencia, tiene mucho más que ver con los ajustes de cuentas personales que con las ideas. Madina sirve hoy de apoyo a Susana Díaz después de que ambos jugaran en el pasado en equipos distintos: el vasco compitió y perdió en primarias contra un Pedro Sánchez al que respaldaba la lideresa andaluza. Ahora que viste otra camiseta parece dispuesto a pasar más de una factura; quizá no olvida que el último secretario general lo relegó al banquillo para el 20-D: séptimo lugar por Madrid, puesto que lo dejó fuera del Congreso hasta que llegó el 26-J. En espera de tener un cuerpo técnico que proponga la táctica a seguir, los actuales pseudodirigentes del PSOE no deberían olvidar que el mayor activo del partido es su afición. Y hay que saber respetarla. H *Periodista