A poco más de un año para las elecciones, la legislatura está terminada. La próxima semana se aprobarán los últimos presupuestos; en el 2019 no los habrá, ni en Gobierno ni en la plaza del Pilar. Llega la selva electoral y a partir de ahora nada debe sorprendernos. El jueves vimos a Podemos votando junto a la derecha para crear una comisión que estudie la reforma del impuesto de Sucesiones. El mismo impuesto que la izquierda acordó modificar para hacer pagar a los que más heredan. La izquierda no ha sabido explicar las razones de su reforma tributaria, la que PSOE, Podemos, CHA e IU pactaron hace tres años. Ha terminado por ganar la batalla el relato del PP, Ciudadanos y el PAR, ese que clama contra la carga impositiva que existe en Aragón. Lo hemos visto con el ICA y también con Sucesiones. Los impuestos han sido un tema de recurrente batalla política, el comodín, y la izquierda se ha dejado contagiar por el ruido que venía de la oposición. Y por el delirio procedente del Ayuntamiento de Zaragoza. En la ciudadanía, cansada de tanto mangoneo y tanta corrupción, parece haberse instalado el hartazgo hacia su clase política y ello incluye los impuestos. Nadie quiere pagar impuestos; nos parece un robo, un atraco de nuestros políticos, otro más, una injusticia. Eso sí, queremos los hospitales abiertos, los colegios nuevos, las subvenciones al día, la dependencia. Más y mejores servicios. Y los queremos gratis. Tras años de recortes, de protestar, la izquierda no ha sabido ni entenderse ni hacer pedagogía fiscal.

*Periodista / @mvalless