El anteproyecto de la Ley de Seguridad Ciudadana o ley mordaza no ha reparado en sorpresas. La última penaliza las "ofensas" a "España" y por extensión a todas las instituciones que dependen de esta. Un punto de difícil cumplimiento. En primer lugar porque la nómina de "ofensores" a nuestro país sería muy importante, no solo por el tamaño sino también por su relevancia. Desde que Quevedo pusiera precisamente a España como blanco de sus sátiras en su célebre "Miré los muros de la patria mía" la lista de presuntas ofensas patrias (ruina, cementerio, pocilga, burdel...) solo ha ido en aumento, si es que --insisto-- podemos considerarlas como tal. No quiero decir que una metáfora no pueda ofender, porque ofender, pese a lo que diga el refrán, puede ofender cualquier cosa. Hasta el sol ofende y de eso en España vamos sobrados como recordaba el protagonista de Luces de Bohemia: "¿Quá sería de este corral nublado?". Y así, puede ofender una ley injusta, un rescate bancario, una trama corrupta (de una institución pública, un partido político, un sindicato o de la mismísima Hacienda) o una costumbre absurda, condición puramente española según el narrador del Árbol de la ciencia de Pío Baroja. Lo que no es posible, aunque se quiera, es ofender a un país. Y no lo es por una cuestión semántica: el verbo "ofender" rige, a diferencia de lo que sucede para el sujeto, persona para su complemento. Vamos, que ningún ente, aunque sea una persona jurídica, puede ofenderse por nada. Eso sin entrar a valorar la incongruencia de que fuera este mismo en su caso, por medio de la Administración, juez y parte de la "ofensa". En fin, que no sé al país, pero a este pobrecito hablador esta ley le ofende. Periodista y profesor