Leer es una actividad imprescindible. Les convendría, por ejemplo, a los cargos públicos de PP y C’s (y a sus muchos seguidores), a quienes tanto preocupa la forma en que la medieval Corona de Aragón es nombrada y descrita en los libros de texto catalanes. Ojo con el tema. Para no equivocarse les recomiendo consultar, entre otros, el último libro de David Abulaifa publicado en España. Es muy ameno y esclarecedor.

En La guerra de los doscientos años (Aragón, Anjou y la lucha por el Mediterráneo), Abulaifa, que es profesor en Cambridge (fue decano de la facultad de Historia de dicha universidad) y miembro de la British Academy y de la Academia Europea, utiliza de manera simultánea las siguientes expresiones: reino de Aragón, reino catalano-aragonés, rey aragonés, conde-rey, Casa de Aragón, Casa de Barcelona... y proyecta el poder de los monarcas aragoneses desde los puertos de Barcelona, Tarragona, Tortosa, Mallorca y Valencia hacia Italia, el Norte de África y más allá de Sicilia hasta Alejandría y Constantinopla. Protagonistas: comerciantes, nobles, clérigos y soldados, casi todos ellos catalanes. Así que vamos a no escandalizarnos tanto con este tema, a conocer sus detalles y a no hacer el ridículo. En todo caso, que lo hagan, como suelen, los independentistas.

Hacer presentismo con la Edad Media suele inducir a error. Los reyes de Aragón, como sus adversarios de Anjou, eran señores de diversos territorios, con los cuales mantenían relaciones separadas. Aquellos monarcas establecían su soberanía sobre Aragón, Cataluña, el Rosellón, Mallorca, Valencia, Sicilia, los ducados griegos conquistados por los almogávares... Fernando el Católico incluso se titulaba duque de Atenas y Neopatria y rey de Jerusalem cuando ambos lugares llevaban siglos ocupados por otros dueños.

Cataluña fue una pieza fundamental en la Corona de Aragón. Mucho más cuando los reyes se lanzaron hacia el Mediterráneo desde sus puertos. Pero, por otro lado, ¿qué tiene que ver la Edad Media con la actualidad? Se lo digo: nada.