A dos meses de las elecciones, el consejero de Sanidad, Ricardo Oliván se enfrenta a la valoración de su lamentable gestión de la dependencia como quien oye llover. Nada le afecta, no va con él, buscando refugio en la herencia a la que se aferra como si no llevara cuatro años en su actividad al frente del departamento y, por tanto, dejando rastro. Mucho y malo. Apenas el 48% de los dependientes con derecho a prestación la tiene. Más de 7.000 personas están en lista de espera. Y el consejero se permite justificar que los 862 días de media en el retraso en conceder la prestación están dentro de la ley. De nuevo buscando parapetos, ni siquiera se muestra proactivo en cambiar la ley, que para eso también se está en el Gobierno. Es difícil que un consejero acumule --como él-- tantas críticas de todos y en todo.