Además de la importante victoria, lo mejor del partido ante el Lugo fue el rescate de un futbolista mayúsculo. Oliver Buff llevaba meses desparecido de las fotos y su exclusión de las convocatorias se había convertido en algo habitual. El suizo, como el Zaragoza entero, se había caído y su bajo rendimiento, mermado también por algún problema físico, le relegó al ostracismo. Aquel futbolista de clase que llegó para ser socio de honor y el mejor aliado de Borja parecía definitivamente perdido para la causa. Creció el escepticismo de los que nunca creyeron en él y los que creyeron dejaron de hacerlo. Pero Buff ha vuelto. Su media hora de fútbol ante el Lugo fue gloria bendita, pura delicia. Más allá de un gol para enmarcar, el suizo impartió una lección de juego beneficiado por un rival que dejaba espacios y castigado por la fatiga. En ese escenario, el suizo halló el lugar idóneo para reencontrarse consigo mismo. Aperturas, sombreros, llegadas disparos, ayudas, recuperaciones...adornaron un manual de estilo que deleitó a una Romareda ávida de motivos para sonreír.

Todo apunta a que Buff ha vuelto para quedarse. Su fútbol se antoja esencial para aferrarse a la esperanza, independientemente de la aspiración de cada uno. Con Oliver todo será algo más sencillo.

Claro que a la hora de respirar tranquilo, el primer nombre que viene a la cabeza es el de Cristian, un portero que gana puntos a base de intervenciones decisivas. Un meta de dibujos animados para la categoría. Como aquel Benji que volaba de palo a palo para alcanzar balones imposibles. Cristian casi siempre para lo parable. Apenas se le recuerdan errores graves. Si acaso aquel del segundo tanto del Granada, cierta indecisión en el tanto de Melero en Huesca y poco más. Nada en comparación con innumerables intervenciones salvadoras que han mantenido al Zaragoza fuera del infierno. Hay portero.

Oliver Buff y Cristian Álvarez fueron dos de las mejores noticias de un encuentro completo y de, quizá, la victoria más completa del Zaragoza esta temporada. Y eso que el equipo pasó las de Caín durante los diez primeros minutos de la reanudación, con hasta cuatro claras ocasiones del Lugo. Fue ahí cuando emergió la gigante figura de Cristian para sostener a los suyos hasta que Buff sentenció la contienda.

Convendría, pues, aplaudir la decisión de Natxo de recurrir al suizo. Lo hizo, además, antes de lo que suele ser habitual en el técnico, que, por cierto, también completó un buen partido. Reaccionó a tiempo antes de que los continuos golpes del rival mandaran a su equipo a la lona, ordenó hasta tres dibujos diferentes en el tramo final del choque y, al fin, trasladó seguridad a los suyos. Hace tiempo que la confianza en el técnico vasco está quebrada tanto en la grada como en el vestuario. Si repite buenas lecturas como la que llevó a cabo ante el Lugo y mantiene la actual dinámica de resultados, tal vez el zaragocismo pueda soñar con recuperarlo también a él.