Primera: el convenio de la planta de Figueruelas pende de un hilo y de la voluntad de los trabajadores, que están hartos de chantajes y cabronadas. Los sindicatos jugaron la partida lo mejor que supieron (y no lo hicieron mal). Llegó a su punto límite la escenificación negociadora. Lambán estuvo al quite (dentro de sus posibilidades). Y el arreglo (no muy bueno que digamos, aunque mejor de lo que amenazaba) vendría a resolver el problema a corto y medio plazo, que luego... veremos. Aragón depende en exceso de una multinacional que va a lo suyo, lo cual resulta muy problemático y peligroso.

Segundo: no habrá moción de censura en La Muela. Parece que se impuso la sensatez. PP y PAR (sobre todo este último) han actuado en este caso con decencia y sentido democrático, frenando e incluso desautorizando de plano a sus propios grupos municipales. ¿Ven ustedes cómo Aragón sí puede tener remedio?

Tercero: lo de Cataluña. Increíble. De los secesionistas no digo más porque resulta ocioso. Pero el Gobierno de España y los unionistas en general no dan una. Desde Moncloa se han empeñado en forzar los resortes del Estado hasta límites insoportables para cualquiera (juez, fiscal, miembro del Consejo de Estado, letrado del Constitucional...) que tenga un espíritu democrático. Todo por no buscar salidas negociadas a una situación que se ha podrido. Siempre hubo alternativas. Pero Rajoy las ha ido quemando. Las sigue habiendo. Pero unos y otros las continúan echando a la hoguera con ferocidad pirómana. Lo que sirvió hace cinco años se ha puesto imposible; lo que serviría ahora no valdrá dentro que unos pocos meses. Las euroórdenes frustradas, los controles en las fronteras, las majaderías de los portavoces oficiales... todo parece estudiado para dar oxígeno al secesionismo y ayudarle a sostener su particular relato. El drama de este presidente del Gobierno que hemos de padecer no es que luche, como proclama, para mantener la unidad de España, sino que lo haga con tan poca inteligencia y nula eficacia. Que no nos pase nada.