La alianza electoral entre el Partido Popular y el Partido Aragonés presenta como principal virtud la clarificación del voto de centro derecha.

El partido de Arturo Aliaga se escora hacia los conservadores, abandonando, parece que definitivamente, sus antiguas, según se mire, afinidades, veleidades, querencias, utilidades con el Partido Socialista. Será, en adelante, un partido de orden.

El PAR pierde independencia, y seguramente identidad, pero gana visibilidad. Hacía tiempo que los aragonesistas no aparecían en medios nacionales, pero Aliaga se ha sentado recientemente con el ministro del Interior, Fernández Díaz, para suscribir el pacto antiterrorista. A partir de ahora, no será raro que lo veamos en ámbitos de política nacional, algo más mimado, en calidad de socio, por los miembros del Gobierno de Rajoy.

Al PP, el PAR le puede aportar ese plus de visión autonomista y de interpretación estatutaria que la derecha nunca ha tenido por bandera, y que ahora, en momentos de crisis del Estado Autonómico por culpa de este pobre lunático de Artur Mas y de la indulgencia con que Rajoy, y antes otros presidentes, han tratado a Cataluña y al País Vasco, como si los ciudadanos de estas Comunidades fuesen, no ya diferentes, sino superiores al resto, es más necesario que nunca defender.

El PAR aporta también a la alianza un liderazgo, el de Aliaga, especialmente consolidado en el sector empresarial e industrial, donde su trabajo como consejero fue bastante apreciado. Y aporta, finalmente, claro está, sufragios.

El PP gana un socio (tiene muy pocos), sus votos y un poco más de tiempo para encontrar el relevo a una Luisa Fernanda Rudi cuyo discurso, una verdadera antigualla de lugares comunes, está totalmente desfasado, y cuya declinante carrera, tan a la baja como sus últimos resultados electorales, aconseja renovar con urgencia los cuadros dirigentes de una derecha que no consigue sacudirse el polvo, la caspa y la laca.

Visto el fenómeno desde fuera, resulta incomprensible comprobar una y otra vez cómo el PP--Aragón, con esos diez mil militantes que afirma tener, es incapaz de reformar la sociedad y mantenerse en el poder, al no ofrecer sino parches anti--crisis, pero nunca un programa moderno, profundo, y un equipo competente con profesionales de prestigio.