Hace apenas un par de semanas, fuentes oficiales anunciaron triunfales que la concentración de lindano en las aguas del Gállego y en las tomas para el abastecimiento a los pueblos ribereños era prácticamente inapreciable, cosa de nada. Al leer tan buena nueva me eché a temblar. No porque desconfíe de las citadas fuentes (que también, por supuesto), sino porque corre actualmente por el Pignatelli, y en particular por ciertos departamentos, un gafe del tres. Entendámonos: no es que un servidor crea en el mal fario y otros fenómenos sobrenaturales; solo me atengo a la simple observación de la realidad. Y este sano ejercicio indica que Rudi y bastantes de los suyos cortan hasta la mayonesa de bote. No dan una. Así, anteayer se comunicó a las localidades habitualmente afectadas que debían cerrar otra vez el grifo, pues no se sabe qué extraño accidente había provocado un nuevo vertido o derrame (o lo que fuere) y el agua... no era potable.

La contaminación en el Gállego es una tragedia hidrológica (por decirlo así) de solución mucho más difícil que todas las inundaciones habidas y por haber (dicho sea sin minimizar las pérdidas de quienes están sufriendo las consecuencias de las crecidas). Porque la presencia del maldito veneno en Bailín y otros lugares tiene tal volumen (repito por enésima vez que hablamos de decenas de miles de toneladas de lodos tóxicos) que su aislamiento y neutralización exigen un trabajo muy serio y cuidadoso, así como unas inversiones monumentales. De momento, lo gastado suma varias decenas de millones (cada vez es más difícil calcular el resultado de la cuenta sobre la que se precipitan a diario más y más sumandos).

Por causa de las aguas, en los últimos tiempos han rebrotado las críticas (y los insultos) a ecologistas, expertos en temas medioambientales y defensores de la naturaleza en general. Son voces idénticas a las que hace decenios intentaron acallar a quienes denunciaban la situación de Inquinosa, la empresa fabricante del lindano. Ya vemos cómo ha acabado aquella triste historia. Aunque rectifico: que no, que no ha acabado. Ojalá.