«Ya llegarás». Durante años, esta frase ha sido recurrente. Una suerte de vaticinio, a medio camino del augurio y la supremacía, al que recurren algunos independentistas ante la negativa del irredento a adoptar sus postulados. Si no eres nacionalista catalán, eres nacionalista español, no hay más. Y si te declaras ateo, entonces llega la frase de marras, como si aún te quedara camino para ver la luz verdadera.

Pero resulta que después de años de monopolizar el debate, de campañas abrumadoras de propaganda y de todos los envites deplorables del PP, lo cierto es que la mitad de Catalunña sigue sin llegar. Sigue sin formar parte de ese pueblo que algunos sueñan único y uniforme. Las razones son múltiples. Desde motivos identitarios a otros más racionales.

También hay quienes se niegan a comulgar con ciertos compañeros de viaje, con la mística que acompaña el procés y con las trampas de algunos de sus adalides. Se les acusa de equidistantes. A veces, directamente, de fachas, cuando su lucha es la de oponerse a la corriente reaccionaria y a la tendencia liberticida sobre la que galopa el PP.

La independencia ha sumado en sus filas a dos millones de ciudadanos. Pero la lucha contra otros retos como la precariedad económica, la desigualdad social o el auge de la ultraderecha quizá lograrían sumar a muchos más. Hay otras luchas. Para estas el acuerdo sería más amplio, menos doloroso y más integrador. Ya llegarán.

*Escritora