La muerte de otra mujer en Burgos a manos de su ex pareja ha vuelto a disparar todas las alarmas.

Hace años que la escena se repite. Unas veces en Madrid, otras en Málaga, en Zaragoza... Una mujer muere cada pocos días a manos de un hombre con quien estuvo casada, de quien fue pareja, o con quien, simplemente, tuvo una pasajera relación... Los asesinos no estaban dispuestos a compartirlas con nadie, a permitirles vivir en libertad, al margen de su dominio, y por eso, y nada más que por eso, las mataron.

Estos atroces y sanguinarios crímenes, a cuchilladas, a golpes, aparecen a menudo presentados como el resultado de aparentes riñas domésticas, como consecuencia, creerán algunos, ingenuamente, de un ataque de ira, de una voluntad momentáneamente cegada por la cólera. Como, por ejemplo, el caso del criminal de aquella prodigiosa novela de Robert Traver, Anatomía de un asesinato, cuyo protagonista afirmaba haber actuado, matado (y así conseguiría su abogado insuflarlo al jurado, que lo declararía inocente), por un impulso irresistible. Pero en los crímenes de género, derivados del maltrato, no hay reacciones disociativas, shocks postraumáticos o impulsos irresistibles, sino la obvia y a menudo premeditada voluntad de aniquilar, destruir, cobrarse una vida desde la desesperación, la frustración y el odio...

Ese cuadro insoportable de violencia latente que en un momento determinado estalla sin razón está magistralmente descrito en la película francesa Custodia compartida. El padre (interpretado por el actor Denis Menochet) es apartado de su familia por acusación de malos tratos pero no acepta la separación y comienza a acosar a su mujer, y a utilizar a sus hijos pequeños como rehenes. Su actitud, astuta y mezquina, impuesta desde la prevalencia de la fuerza, irá poco a poco saturando la cinta con la fatal premonición de que aquello, una situación real, cotidiana, extrapolable a la realidad española, griega, británica, pues la película de Xavier Legrand se ajusta a cánones verdaderos, sólo puede acabar en tragedia, como efectivamente sucede en la pantalla...

En la realidad, todavía es mucho peor, como lo ha sido este último caso de la mujer de 34 años asesinada en Burgos. Con toda una vida por delante, un animal salvaje ha truncado su destino.

Otro crimen de género. Otro día negro. ¿Hasta cuándo?