El 155 no nos ha arrebatado la Generalitat, la entregó el Govern al situarla al margen de toda legalidad. Su pérdida es dolorosa. Aún es más deplorable contar con medio Govern en la cárcel y otro medio jugando al exilio.

La actuación de la jueza ha sido lamentable, pero todo esto podía haberse evitado. Todo. También el destrozo a la convivencia. Y la fuga de empresas. Y el deterioro de la imagen internacional de Cataluña. Y su impacto en el mundo de los negocios.

Ellos escogieron la desobediencia. Proclamaron una república mental. Eligieron los pasos que conducían al abismo. No dejamos de oír su relato, su palabrería. Pero ¿y si escuchamos otras voces?

¿Por qué no oímos la inquietud de los trabajadores que ven peligrar su puesto de trabajo? ¿Sabemos cuántos comercios que hacían equilibrios han tenido que bajar la persiana? ¿Tenemos idea de cuántas empresas estaban a punto de abrir delegación en Cataluña y han desistido? ¿Tratamos de hacer un cómputo de cuántos puestos de trabajo se perderán o no se crearán? ¿Hablamos de otros mártires?

Y ahora volveremos a desempolvar el grito de Llibertat i amnistia! Precioso para los nostálgicos y para los que celebran que la realidad se ajuste a su relato. Demoledor para quien solo aspira a crear cada día una sociedad más igualitaria, más justa y más próspera. Ese empeño no necesita banderas ni épica ni desobediencias ni saltos al vacío.

Solo un programa y empeño.

*Escritora