Si una de las principales agencias de calificación como es Standard and Poor's sube la nota a la economía española y sus perspectivas de mejora a tres meses vista de las elecciones generales y subraya que una fragmentación política en las mismas pondría en riesgo ese potencial objetivo de crecimiento, puede ser titular de un día o munición para la campaña. Como se sabe, la neutralidad de estas agencias en los análisis que ofrecen es exquisitamente técnica, sin ánimo de orientar posiciones y mucho menos de señalar peligros ideológicos. Los detentadores del poder, como ha puesto de manifiesto el ministro de Economía, Luis de Guindos, son muy dados a dejarse enjabonar con las esencias de estas calificadoras que nunca están cuando se las necesita --burbujas inmobiliarias o mentiras griegas mediante--. S&P al justificar el aprobado alto, que tampoco es como para pedir beca, da una palmadita a los hacedores de las reformas laborales ya que la economía se ha beneficiado de sus afectos. Lástima que los trabajadores no. Sí, sí, va bajando el paro, pero quien abandona esas listas se sumerge en unas condiciones laborales que le dan de alta en las de la pobreza. Con todo, S&P ve un crecimiento limitado a medio y largo plazo por la elevada deuda externa, el alto desempleo, el envejecimiento de la población y la menor inversión en educación, respecto a la Unión Europea. ¿En qué quedamos? ¿O la revisión del examen tiene por único objeto asegurar un interesado diagnóstico que dure solo hasta Navidad? Periodista