En los tiempos pretéritos de la vieja política. Esa odiosa política. Primero Marcelino Iglesias y José Ángel Biel y luego Luisa Fernanda Rudi y de nuevo Biel, se sentaban, se pedían y exigían y se llegaba a un acuerdo. Las cuentas estaban aprobadas antes de final del año y el 1 de enero el Gobierno empezaba a funcionar. Con sus fallos y sus aciertos. Ahora no. Llegó la nueva política y dijo que esto iba a cambiar, que el ciudadano poco menos que se iba a sentar con Gimeno a hacer los presupuestos. Ahora se convoca a los medios a la negociación. Se hacen declaraciones. Se cuentan solo generalidades o medias verdades. Si hay acuerdo se pregunta a las bases. Las bases lo aprueban siempre. Todo ello precedido de declaraciones en los que unos y otros se emplazan a hablar, a sentarse. Pasan los meses. El presupuesto termina aprobándose más tarde que nunca. Este año casi a mitad del ejercicio. Luego nos extrañamos cuando las cifras de inversión se quedan en mínimos históricos ¿En qué se ha beneficiado el ciudadano medio del cambio que anunciaba la nueva política? En nada si el colegio no se construye porque no hay tiempo, o si la subvención no llega porque no hay plazo. La política no se ha enriquecido. Se ha hecho más pueril. Es falso que haya más participación. Solo se guardan las apariencias. En estos tiempos gloriosos de la nueva política no se ha renovado el Justicia, ni la Cámara de Cuentas. Ah, y leyes como la renta social básica tampoco se han aprobando aún. Menos pantomima y más política, por favor.

*Periodista / @mvalless