Se dice muchas veces que la educación puede contribuir a evitar la despoblación del medio rural. Cierto. Como también es verdad que cerrar una escuela supone, a medio plazo, cerrar un pueblo. En Aragón tenemos ejemplos abundantes. En algunas localidades muy pequeñas se mantiene abierta un aula porque el ayuntamiento ha ofrecido trabajo y vivienda a una familia venida de fuera. En otras, los dos o tres niños que allí viven tienen que ser trasladados diariamente, incluso por sus familias, a una localidad cercana.

La escuela puede fijar población, pero no por sí sola. La educación es un servicio público que se sustenta en el tejido social y productivo del territorio. Si no existen puestos de trabajo ni condiciones de vida dignas no se espere que nuestros pueblos recuperen vida.

Para que la educación juegue un papel sustancial en el medio rural habría que actuar en dos planos superpuestos: planificación educativa y aprovechamiento del entorno.

En primer lugar, en la planificación. La planificación o planeamiento es clave en toda política educativa, pues se conjugan factores tan importantes como los movimientos demográficos y, en la ciudad, la titularidad de los centros educativos. Véase, si no, lo que ha pasado este curso en Zaragoza. Pues bien, la planificación es especialmente trascendente cuando se realiza sobre un territorio tan extenso y despoblado como el aragonés. Una decisión administrativa sobre transporte escolar, por ejemplo, cambia la dinámica de varias localidades.

La planificación actúa directamente sobre el mapa escolar, que incluye la red de centros sostenidos con fondos públicos, la red de servicios educativos y administrativos, la distribución de estudios reglados sobre la geografía de centros escolares y los flujos de conexión entre ofertas educativas. Para encajar todo eso es fundamental establecer un mapa integral, integrado e integrador. Integral, de todas las enseñanzas regladas y no regladas de todos los niveles. Integrado, de unos centros educativos con otros y con los mapas de otros servicios públicos. Integrador, de centros educativos y enseñanzas en el tejido social y productivo del territorio. Debería ser, por tanto, un mapa dinámico, proyectivo y con referencia comarcal, coincidiendo en lo posible con los mapas de salud, cultura, transporte, etc. Es decir, un mapa escolar inserto en la estrategia de crecimiento del territorio para que contribuya a su vertebración y cohesión.

En segundo lugar, en el aprovechamiento del entorno. La enseñanza en el medio rural es un servicio de proximidad. Esa es una de sus mayores ventajas. Primero, porque el entorno inmediato es un laboratorio asequible y pedagógicamente valioso que puede enriquecer el currículo. Segundo, porque la participación de las familias es permanente y directa. Tercero, porque la implicación de los vecinos y del ayuntamiento con su escuela es muy intensa. En ningún sitio como en el medio rural se visualiza de forma más clara el concepto de comunidad educativa y puede aplicarse mejor el viejo aforismo africano de «educa la tribu entera». Conviene resaltar, por otra parte, que muchas de las innovaciones educativas de mayor alcance y proyección han nacido y se desarrollan en colegios e institutos del medio rural.

Para potenciar el papel de la escuela en un medio rural sostenible se precisa la cooperación institucional. La planificación educativa, por ejemplo, es responsabilidad directa del Gobierno autonómico, pero no puede realizarse de espaldas a las administraciones municipales y comarcales. Si lo que se pretende es ofrecer unos servicios de calidad, entre otros el educativo, algún día habrá que revisar qué se entiende por competencias “impropias” y, olvidando colores políticos, arrimar el hombro para abordar proyectos compartidos.

Estoy seguro de que quienes están ahora mismo desempeñando responsabilidades institucionales tendrán en cuenta que la oferta de enseñanzas, las redes de transporte o la propia fuerza social de la escuela como foco cultural de una localidad son elementos determinantes en el asentamiento de la población, los flujos demográficos o las relaciones sociales que se establecen en una comarca. ¿Han valorado, por ejemplo, lo que realmente supone la creación de un colegio rural agrupado (CRA) en una zona para la superación de viejas rencillas entre poblaciones vecinas?. ¿Han analizado, por poner otro ejemplo, qué relación tiene el mapa de formación profesional con las oportunidades laborales de un espacio geográfico concreto?.

Seguramente de todo lo anterior se hablará en el Congreso sobre Despoblación que va a tener lugar en Huesca. Esperemos que sus conclusiones no se queden en el limbo de las buenas intenciones. Lo que hace falta son medidas efectivas sobre la educación para que desde la escuela se pueda contribuir a evitar la despoblación del medio rural.

*Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación