El artículo 6 de la Constitución, con la que se llenan la boca algunos políticos vacuos, pero que desconocen y pisotean, reza expresamente así:

«Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos». Este texto se refiere a los partidos políticos, y no es una desiderata, sino un mandato imperativo. Pues bien, este artículo de la Constitución, tan cacareada por tanto hipócrita, se incumple de modo sistemático y permanente sin que se reaccione ante la evidente falta de democracia formal y real en el seno de la mayoría de los partidos españoles, incluidos los nacionalistas.

El PP lleva casi dos años sin celebrar en la fecha indicada el correspondiente congreso que señalan sus estatutos, en un incumplimiento tan flagrante de sus propias normas que la ejecutiva que preside Mariano Rajoy debería estar inhabilitada.

En el PSOE, que se ha convertido en una broma macabra, varios de sus dirigentes históricos, con ese multimillonario miembro de consejos de Administración de empresas multinacionales llamado Felipe González a la cabeza, dan un golpe de mano saltándose resoluciones votadas en el Comité Federal, su máximo órgano entre congresos, con el único objetivo de liquidar políticamente a un secretario general que colocaron como un bibelot entre todos ellos (lo de las primarias es un chiste) pensando que podrían manejarlo, pero que les ha salido altivo y respondón.

Podemos anda sumido en una densa y dulce melancolía, y sus dirigentes, cada vez más instalados y encantados en la casta que parasita el sistema democrático, se han olvidado de las bases y de los círculos, relegando a la gente que apoyó este movimiento a poco menos que un onírico y lejano recuerdo. En Ciudadanos ni siquiera se plantean otra cosa que seguir sin la menor vacilación la senda que marca ese autoproclamado faro del pacto y el acuerdo, aunque en el fondo me parece un simple remedo edulcorado del chanchullo y el cambalache, que es Albert Rivera, cuyo rostro amable monopoliza hasta los carteles de las elecciones autonómicas, relegando a los candidatos de este partido a un papel de mera comparsa y al desconocimiento de sus votantes (bueno, quizá sea mejor así).Tras casi cuarenta años de democracia, en los partidos tradicionales, y a lo que parece los nuevos siguen el mismo camino, se ha instalado una bandada de políticos profesionalizados que han secuestrado la democracia interna para mantenerse, a toda cosa, en el poder, en el sueldo y en la bicoca; mientras lo permitamos….H

*Escritor e historiador