El diario El Mundo publicó en 1998 una de sus portadas calificadas de históricas. Un reportero de ese diario logró la foto de Felipe González entrando a una sala del Tribunal Supremo para declarar como testigo en el juicio por el secuestro de Segundo Marey, ciudadano francés secuestrado por el GAL al ser confundido con un dirigente etarra. Para el periódico que dirigía Pedro J. Ramírez, fue la culminación de una feroz campaña contra el presidente por los casos de corrupción que afectaban a su Gobierno y, en particular, por la guerra sucia de los aparatos del Estado contra ETA. Se dijo que esa imagen era una condena moral a González, quien había abandonado la Moncloa dos años antes, después de que Aznar ganara por poco las elecciones. La foto fue una especie de pena del telediario. Casi dos décadas después, otro presidente, este en ejercicio, va a pasar por un juzgado para declarar también como testigo. Rajoy ha sido convocado por el tribunal del caso Gürtel a declarar en persona, no por videoconferencia. El paseíllo dañará la imagen del presidente. Y ya hay voces que critican la decisión, amparándose en que no ha sido unánime. Pero buena parte de la opinión pública entenderá que la presencia de Rajoy en un juzgado es lo mínimo que se puede esperar cuando el partido que preside está implicado en varios asuntos malolientes de financiación irregular. Acostumbrado al plasma y a tratar la corrupción del PP como si no fueran con él, Rajoy tendrá este verano su pena de telediario. Conociéndolo, seguro que lo toma como si le hubieran quitado solo dos puntos del carnet. H *Periodista