Dice el chascarrillo que Brasil es el país del futuro… y que lo seguirá siendo, porque nunca acaba de llegar a él. Eso mismo piensan los colombianos de su país cuando se acercan a su próxima elección presidencial. Llama poderosamente la atención el pesimismo y el miedo con los que buena parte de la sociedad colombiana contempla su realidad, mientras el resto del mundo los mira con expectación y con admiración. Colombia es hoy un país que está sumamente polarizado -como tantos-, en donde el fin de un conflicto de más de medio siglo y un cuarto de millón de muertos no ha generado el entusiasmo unánime que sí ha despertado fuera, y donde la paz se ha utilizado como arma arrojadiza.

De hecho, según las encuestas, lo que de verdad importa a los colombianos no es el acuerdo de paz o el conflicto (solo lo citan un 8%), sino la inseguridad cotidiana, la economía, el desempleo y la corrupción. O sea, la vida misma. Tras unos años de retroceso económico, parece que el crecimiento vuelve a remontar, pero no aún con la fuerza suficiente. Pagar la paz, en términos económicos, ni es fácil ni sale barato.

La fragmentación del panorama político se tradujo en las más de una veintena de candidaturas, la gran mayoría de las cuales se han ido quedando por el camino. Los sondeos señalan como favorito al representante de la derecha, Iván Duque, «apadrinado» por el expresidente Álvaro Uribe, joven -41 años-, con escasa experiencia política, defensor de revisar el acuerdo de paz y de apostar por un sistema liberal en lo económico. Le sigue Gustavo Petro, 58 años, con una larga trayectoria-exguerrillero del M19, exsenador, exalcalde de Bogotá-, con una propuesta totalmente contraria: seguir implementando la letra de los acuerdos y poner el foco en la lucha contra la desigualdad. En un sistema de dos vueltas, sin embargo, ninguno parece tener respaldo suficiente como para ganar en la primera de este domingo. A partir de ahí entrarán en juego los apoyos, o no, del resto de los partidos.

El miedo se ha erigido como invitado de piedra de la campaña: miedo a perder lo ya ganado con la paz, por un lado; miedo a caer en un sistema «radical» de izquierdas por parte de otros; miedo a volver a caer irremediablemente en las garras del narcotráfico… Es cierto que los desafíos son muchos, desde continuar haciendo la paz -tan difícil o más que terminar la guerra-, hasta diversificar su economía, seguir combatiendo el crimen organizado, empujar el sistema educativo, manejar su relación con EEUU, su aliado tradicional ahora mutando o gestionar la crisis migratoria que viene de Venezuela.

Pero Colombia tiene la oportunidad de convertirse en un referente regional, con el apoyo de una comunidad internacional que la percibe como foco de estabilidad en un entorno convulso, con las incertidumbres políticas de Brasil y México, y las dudas económicas de Argentina. Colombia tiene un gran futuro por delante. Solo ha de creérselo

*Directora de Esglobal