El misterioso tuit de Pedro Sánchez, anticipando que un día volverá, como en la novela de Juan Marsé, no deja demasiado lugar a la imaginación: quiere volver, volver, volver, pero no a los brazos de Felipe González otra vez.

Sánchez, antes de la élite socialista, ahora hombre del pueblo elegido por la militancia y expulsado por la burocracia de esa misma militancia en una cadena de representatividad fatal para él, apela al origen de su ascenso para invertir su caída.

Ha debido olvidar ya don Pedro que cuando salió elegido era el candidato oficial. Frente a la competencia testimonial de Izquierda Socialista y del siempre sobrevalorado Eduardo Madina, un político al que muchos no nos explicamos qué le habrán visto (claro, también nos pasa con Patxi López) la opción de Sánchez se impuso con el visto bueno de Rubalcaba, los barones en ejercicio y, por supuesto, de quien era su padrino, nada menos que Felipe González, tutor suyo, del joven Pedro, en la sombra a raíz de la amistad que el entonces presidente del Gobierno, y del partido, había mantenido con Pedro Sánchez sr., quien ocupara un importante puesto en el Ministerio de Cultura de Carmen Alborch, años noventa; concretamente, director general del Instituto Nacional de Artes Escénicas (INAE) una herramienta clave en la acción cultural socialista.

La misma mano que meció su cuna acaba de firmar su defunción, pero Sánchez no se resigna, pone distancia, tuitea, aventura cambios, llama a las bases, agita la revuelta popular contra las élites que lo han defenestrado para tolerar un gobierno continuista.

Está herido, pero aún alienta y le quedan unos cuantos comandantes en el campo de batalla, más los soldados, los compañeros vascos, los catalanes, los mallorquines, los murcianos. Le han fallado los aragoneses de Lambán, pero con mucho menos, debe pensar, galoparon otros jinetes del pueblo, a galopar, a galopar, hasta enterrarlos en ese mar Mediterráneo que huele a libertad, en ese Cantábrico con aroma a fundición y asamblea. Sánchez, huyendo adelante, a galopar, a galopar, ve cabalgar a su lado sombras de héroes, Pancho Villa, Fidel, Pablo Iglesias (el fundador; ¿o los dos?), Indalecio Prieto, Azaña, Borrell... la refulgente caballería popular de socialismo y república que arrasará Fuerte Ferraz con los oficiales dentro. Soñar es fácil con los ojos cerrados.