Hace unos días, la hija de una amiga le preguntó: "¿por qué si soy aragonesa me siento tan pequeña?" La pregunta, verídica, es literal; la niña tiene 13 años. Cuando me lo contó, la pregunta me impactó muchísimo. Y me intrigó. ¿Qué le pudo llevar a su hija a preguntar eso? ¿Qué respuesta le habría dado yo? ¿Cómo habría salido de esa?

Mi primera reacción, por supuesto, fue la que puede imaginarse cualquiera que me conozca un poco: la negación. "¿Pequeña? ¿cómo puede sentirse pequeña una aragonesa?" Pero la pregunta la formulaba una adolescente, así que la opción: "es imposible que te sientas pequeña", no existía. Era necesario ofrecer argumentos mínimamente convincentes, no consignas o dogmas.

Estoy convencido de que sólo puede llegar a amarse lo que se conoce. Y desgraciadamente Aragón es un gran desconocido para la mayoría de quienes vivimos aquí. ¿Qué sabe una niña de trece años sobre Aragón? supongo que más que yo a principios de los ochenta: no recuerdo que Aragón existiera a lo largo de la EGB. Pero, hoy en día, tampoco se forma precisamente a los jóvenes aragoneses en el entusiasmo por las cosas de Aragón, así que, para afrontar la pregunta, habría empezado exponiendo los motivos por los que, en mi opinión, está justificado objetivamente que los aragoneses y aragonesas nos sintamos orgullosos de serlo.

Pero también soy consciente de que Aragón no es patrimonio de nadie, es de todos. De quienes nos sentimos orgullosos de nuestra identidad y de quienes se avergüenzan de ella. De quienes nos dejamos la piel para defenderlo y de quienes lo traicionan. De quienes hemos nacido aquí y de quienes vinieron de otros lugares a vivir con nosotros. Aragón puede sentirse en muchas lenguas y con muchas culturas, ya que no hay un solo Aragón. A la hija de mi amiga le habría hablado de mi Aragón, ese por el que lucho todos los días.

Quizá habría empezado por nuestra identidad histórica, forjada a lo largo de siglos. El Condado que se hace Reino en 1035, a orillas de los ríos Aragón, y que va creciendo y ensanchándose, en lo geográfico y en lo político, a lomos del pacto y el fuero. El Reino que alumbra una Corona, ejemplo de convivencia y de respeto a la pluralidad.

Quizá habría seguido hablando de nuestras instituciones propias y peculiares. Las Cortes, en las que para aprobar un Fuero era necesario el acuerdo del Rey con todos y cada uno de los integrantes de cada uno de los cuatro brazos: diálogo y consenso. El Justicia, con Juan de Lanuza el Mozo a la cabeza, que perdió la suya por defender a Aragón frente al contrafuero de una invasión castellana. La Diputación General, germen de los gobiernos modernos que deben representar y defender a su ciudadanía.

También habría relatado el zarpazo del primer Borbón: la derogación de nuestros Fueros y Libertades por derecho de conquista y la incorporación a Castilla. Mueren las instituciones pero no la nación. La subsistencia de nuestro Derecho foral privado, el cotidiano, el que acompaña a la gente corriente a lo largo de su vida y que siempre ha identificado y cohesionado a los aragoneses. Junto a nuestra identidad histórica y jurídica, nuestro patrimonio común: nuestras montañas y nuestros ríos, el románico y el mudéjar, nuestras lenguas, nuestra cultura, nuestra pluralidad, nuestra universalidad, nuestra identidad. En definitiva, le habría intentado transmitir mi pasión por Aragón.

¿Habría respondido así a su pregunta? ¿Le habría convencido de que no puede "sentirse pequeña"? Creo que no, que el resultado habría sido justo el contrario al deseado. Porque estoy seguro de la réplica: "Pero, entonces, si Aragón es tan grande, ¿por qué yo me siento tan pequeña?". Un cerebro adolescente no se sacia con evidencias, al contrario.

¿Y qué podría decirle? Después de darle muchas vueltas, sólo se me ocurre una respuesta: la culpa de que te "sientas pequeña" es de quienes nos han gobernado durante décadas, esos que han hecho todo lo posible por esconder Aragón, por adormecer nuestra identidad colectiva, por difuminar nuestros rasgos propios. La culpa es de quienes no se creen Aragón, de quienes están llenos de complejos y de prejuicios: esos son los culpables. No sé si me entendería, porque lo que esa niña de 13 busca es no sentirse pequeña, quiere sentirse orgullosa de su Aragón, lejos de los complejos con los que entre todos hemos ido tatuando su piel y su alma. Mi amiga calló, respiró y le habló de su Aragón, de cuántas veces se había sentido pequeña y de cómo seguía sintiéndolo. Estas palabras se las dedico a la dos, para que no vuelvan a sentirse pequeñas.