Esta fue la expresión de la presidenta para justificar su propuesta de reducción del número de diputados en las Cortes de Aragón. Mira por dónde. Lo que no percibe es el cabreo de la gente por la progresiva pérdida de derechos sociales y laborales, por el creciente deterioro de los servicios públicos y el hartazgo de sus políticas neoliberales, por la verborrea, por las palabras huecas, por el uso torticero de cifras, por el ejercicio vacuo del rito parlamentario. Hace falta mucho cuajo para reiterar que en esta tierra se hacen políticas sociales pioneras y presentar como ejemplo los convenios sobre vivienda con entidades sociales y algunos, no todos, ayuntamientos. No se le puede pedir a la presidenta que sepa de todo, pero sí que no haga el ridículo o que lo intente al menos. Y los que le asesoran, como ella, no saben lo que dicen, porque para asesorar hay que tener alguna competencia técnica y en este caso, dichas competencias brillan por su ausencia. Y además presume de sensibilidad social, una sensibilidad demostrada en el sistemático incumplimiento de la Ley de Servicios Sociales, en el deterioro de la gestión del sistema de la dependencia, en el diseño del IAI, en la disminución de becas y comedores escolares y en general en su gestión de la sanidad o la educación. El tiempo de la presidenta se ha acabado. No se puede vivir tres años de palabrería. Una vez me reprochó una consejera que una cosa es escribir en la prensa o hablar por la radio y otra dar trigo. Y otra destrozar todo lo público y presumir de lo contrario. Profesor de universidad