"Comprendí que en el mundo hay personas que necesitan perdonar para no perpetuar el odio, para liberarse del dolor", dice Juan Pablo Escolar, hijo del sanguinario narcotraficante y terrorista Pablo Escobar y que estos días presenta unas memorias de la vida con su padre. "Reunirme con las familias de los que había ordenado asesinar mi padre fue la experiencia más difícil de mi vida. Nunca he sentido un dolor abdominal como en ese momento". El cuerpo habla, queramos o no, le escuchemos o no. A veces dice cosas de nosotros que no queremos saber y preferimos imaginar de un modo más favorecedor. Una película sueca, Fuerza mayor, habla de ello. En ella una familia pasa unos días esquiando en los Alpes cuando les sobreviene una avalancha. Salen ilesos, porque la nieve está controlada, pero el susto es mayúsculo, aunque peores son las consecuencias. Mientras la mujer se ha quedado para proteger con su cuerpo a los dos niños, el hombre ha salido pitando. Esto genera una crisis de confianza en la pareja, porque él inicialmente niega su comportamiento.

Es cierto que en momentos de pánico uno no puede ser completamente responsable de sus reacciones, pero sin duda es aterrador comprobar que uno no es el padre o madre protector que racionalmente cree ser. Nuestro niño en un paso de cebra casi es atropellado y nosotros podemos saltar y agarrarlo por la capucha para sacarlo de la calzada o quedarnos petrificados por el pánico. La vida da la vuelta en un segundo y aprendemos que el que es héroe no actúa heroicamente porque no tenga miedo sino porque, pese al miedo, actúa. Uno pensaría que haber padecido el sufrimiento, la pérdida, le acostumbraría al dolor, de modo que la perspectiva de sufrir le asustara menos, pero no es así. La gente que ha padecido puede ser más alérgica al sufrimiento que otros, y entonces tiene que reaprender a vivir.

Hay caminos para hacerlo. Dar a conocer la verdad, reparar el daño hecho, aceptar un encuentro cara a cara con aquel al que causaste dolor, como en la prisión de Nanclares de Oca han hecho algunos presos de ETA y familiares de sus víctimas. Una obra de teatro, La mirada del otro, cuenta este milagroso proceso. El perdón tiene una importancia capital en nuestra psique individual y en nuestra vida como sociedad, pero los españoles tenemos poca tradición en él. Nuestra transición política se hizo al revés, fueron los verdugos los que perdonaron a las víctimas, y cuando esas víctimas de la guerra civil y el franquismo han obtenido el derecho a una reparación mediante la ley de memoria histórica, han tenido que seguir luchando porque sus victimarios se niegan a reconocer su culpa. Por eso es admirable el trabajo de Juan Pablo Escobar a favor de la paz en Colombia, porque no es fácil ni dar la cara ni admitir responsabilidad sobre el mal hecho. Duele mucho el estómago.

*Cineasta