Hace ya tiempo que España se despierta cada día sumida en un permanente desasosiego por la corrupción. Los principales culpables son algunos políticos que aceptan sobornos o los fomentan, incrementando el coste de la obra pública para llevarse un porcentaje, el ya famoso tres por ciento, o más. Hay otros responsables: los corruptores, aquellos que, disfrazados de empresarios, amasan auténticas fortunas aliándose con los políticos corruptos.

Pero existen casos en los que, bajo una amañada legalidad, empresarios sin escrúpulos, casi siempre con buenos modales y aspecto pulcro, usan sus contactos políticos para, forzando la normativa hasta extremos insoportables, obtener pingües beneficios.

En los últimos años uno de estos casos, quizás el más escandaloso y menos denunciado, es el de Florentino Pérez, presidente de la empresa constructora ACS y del club deportivo Real Madrid. Aupado desde el palco de su estadio, donde dicen que se cierran tan fabulosos como oscuros negocios, el tal Pérez ha cosechado su fortuna gracias, entre otras habilidades, a sus relaciones políticas.

Hay algunos negocios del tal Pérez que ofenden a la inteligencia y agreden a la decencia, al mínimo decoro y al sentido común. Por ejemplo el llamado «caso Castor». La historia de este enorme escándalo es sencilla. Durante el gobierno del socialdemócrata Rodríguez Zapatero, el entonces ministro de Industria, Miguel Sebastián, concedió a la empresa Escal UGS, participada en dos tercios por ACS del tal Pérez y en uno por la petroquímica canadiense Dundee Energy, la explotación de posibles yacimientos de gas frente a las costas de Castellón. Entre las cláusulas había una abusiva por la cual la empresa explotadora sería indemnizada por el Estado si tenía pérdidas, aún en caso de que actuara con negligencia.

El resultado de este fiasco fue una serie de terremotos, el abandono de la explotación y, al aplicar las cláusulas de concesión, la indemnización de 1.649 millones de euros para el tal Pérez y sus socios, que según informes del propio ministerio de Industria pretendieron inflar los costes para cobrar todavía más dinero. Esos millones los están pagando los usuarios españoles del gas.

Todavía hay más; el tal Pérez también anda metido de lleno en el asunto de las autopistas de peaje rescatadas, que van a costar a todos los españoles otro puñado de millones, muchos de los cuales irán a los ya llenos pero insaciables bolsillos del tal Pérez. Vamos, lo que se dice un empresario ejemplar. Otro liberal.

*Escritor e historiador