Cuenta el presidente del Gobierno aragonés, Javier Lambán, que en los últimos meses --no muchos-- han sido tres ocasiones las que ha visto cómo el alcalde de Zaragoza, Pedro Santisteve, se marchaba de un acto oficial un poco antes de que empezara a hablar en público. O sea, antes de que el responsable de la DGA pronunciara un discurso. La primera autoridad municipal zaragozana cuenta también que no tiene ningún problema con el jefe del Ejecutivo regional, que los que complican todo son sus asesores, la gente más próxima y eso les impide acercamientos políticos. Estos dos comentarios son tan elocuentes que demuestran cómo son las relaciones entre estas dos autoridades aragonesas y bien se puede llegar a la conclusión de que Lambán y Santisteve no se van a llevar bien en los próximos meses, que no se van a reunir para hablar de temas bilaterales y que esto perjudica a los zaragozanos, a los socialistas y a la izquierda que representa Zaragoza en Común (ZeC). Al menos aparentemente.

El último ejemplo lo tenemos esta misma semana. En la presentación del proyecto de la Ciudad de la Movilidad de la Fundación Ibercaja, el alcalde pidió hablar y reprochó al Gobierno de Lambán que no quiera estar presente en la Mesa de la Movilidad que ha constituido el Ayuntamiento de Zaragoza para analizar el futuro en la materia en la capital aragonesa. Lambán le escuchó en primera fila, igual que oyó muy atento cómo Santisteve culpaba a Ibercaja de haber dejado abandonado el Pabellón Puente durante los últimos años y a la sociedad Expo Empresarial de haber permitido esta situación. Lambán le devolvió el pelotazo crítico. Dijo en su discurso que una gran ciudad no puede consolarse con atender los servicios públicos esenciales para que funcione, que eso se da por hecho, sino que hace falta un gran proyecto que le dé el marchamo de calidad a la capital. Pero al alcalde este detalle o se lo contaron sus concejales del equipo de gobierno o lo leyó en la prensa, porque cuando Lambán pronunció estas palabras, Santisteve ya se había marchado.

Y lo triste es que los dos llevan razón en sus afirmaciones, lo que añade otro elemento más negativo a la situación política que vive Zaragoza. La verdad es que no es la primera vez que presidentes y alcaldes muestran públicamente sus diferencias. Si se repasa la historia política de la capital, encontramos momentos históricos de desencuentros entre autoridades del mismo partido, como los socialistas Santiago Marraco y Ramón Sáinz de Varanda, o de distinto, como Luisa Fernanda Rudi y Juan Alberto Belloch. Pero quizá había otro talante, las formas eras distintas y las diferencias no se aireaban tanto públicamente. (O si).

El caso es que a día de hoy, a menos de un año para las elecciones autonómicas y municipales, se puede decir que DGA y Ayuntamiento de Zaragoza no van a avanzar mucho más. Unos quieren hablar de los líos del Impuesto sobre la Contaminación de las Aguas (ICA) y otros no. Para uno es vital que le pague la deuda pactada del tranvía, y para el otro ese pago debe venir cuando se sienten a hablar de todo. Uno dice que le han engañado, otro que se molesta por aplicar una ley que han aprobado todos (ley de capitalidad).

Enmedio de todo esto, Zaragoza y Aragón. La ciudad y la comunidad marchan, no se han parado, pero no se desatascan todos aquellos asuntos que están pendientes y que dificultan, sobre todo, el desarrollo de proyectos básicamente por problemas económicos. Y eso es negativo para una capital que tiene que estar entre las más dinámicas del país. Seguro que tanto Lambán como Santisteve considerarán al final del mandato que se ha hecho mucho en los últimos cuatro años. El vaso medio lleno o medio vacío, ya se sabe... Pero la verdad es que estando como el perro y el gato solo se hace mucho ruido.

*Director de EL PERIÓDICO DE ARAGÓN